Preámbulo
Entre brumas se percibe una mujer, que unos metros más allá, se aleja mientras es observada, en escorzo, por otra mujer, de cabello castaño con mechas, cuyas sensaciones no nos es permitido adivinar. El punto de vista de la foto nos hace ignorar si aun viendo el rostro de la observadora obtendríamos sensaciones o veríamos la imagen de una esfinge.
Como todos los lunes Clara y Alba se reunían en la cafetería Doña Blanca ubicada en la calle Virgen de la Luz, la hora solía coincidir con las siete de la tarde y ante un café y una infusión celebraban su particular rito solidario.
Ambas eran hermanas, viéndolas por separado podían pasar por la misma ya que coincidían en: aspecto general, edad muy próxima e incluso el modo de andar, rotundo firme y rápido.
Clara la mayor rondaba los treinta y ocho y su pelo recogido en un tono caoba a mechas dejaba ver un rostro limpio y terso con una nariz algo respingona y una boca delineada y firme; Alba, con dos años menos que su hermana era una imagen especular de ella, el cabello más corto y oscuro, una nariz más larga, sin resaltar y ese carácter familiar que los labios de ambas mostraban. Hasta que Clara se casó ambas hermanas compartían indumentarias, por lo que la confusión podía ser más fácil al ir embutidas en una ropa informal y juvenil.
La reuniones tenían como objetivo un intercambio de información. Mario, el padre de ambas, viudo desde hacía un par de años había sufrido un “ictus” el año anterior por lo que permanecía disminuido en su casa precisando cuidados.
Durante la semana era atendido por una señora que estaba como residente, pero los fines de semana las hermanas se turnaban en el cuidado y atenciones al padre siendo el lunes el día de informarse entrambas.
La conversación, una sarta de comentarios comunes sobre el estado de salud y las atenciones requeridas, dejaba colgar latentes los reproches: ¿por qué si Alba estaba soltera no vivía con el padre?, ¿por qué siempre que le tocaba a Clara cuidar de él había algún compromiso ineludible que la obligaba a pedir cambio de turno con la consiguiente negativa de Alba?, ¿era más importante la necesidad de Clara de atender a su marido que la disponibilidad de Alba de su tiempo personal, habida cuenta que ambas trabajaban?.
Cuestiones que sin subir a la superficie ocupaban el espacio de tantos y tantos silencios pensativos.
Tras el café, un roce de mejillas señalaba el momento del fin de la entrevista hasta el próximo lunes.
A contraluz los andares de Alba alejándose despertaban en Clara un sentimiento de frustración mezclado con un fuerte sabor a fracaso.
"De nuevo, José Diego nos sorprende una vez más, esta vez no con un relato "negro" ni erótico, si no con una historia agridulce y oscura a la manera de los relatos sombríos del gran Raymomd Carver. Dos personajes unidos por lazos de sangre entablan un duelo de miradas se enzarzan en una especie de "tour de force" mental para desgranarnos su pequeño memorial de agravios recíproco. Mientras tanto, un silencio oscuro le va poniendo banda sonora a la vida nuestra de cada día."
ResponderEliminarEse silencio oscuro que dice el amigo Coello es nuestro respirar. Tal vez los hombres poseáis una luz de la cual carecemos las mujeres, pero José Diego ha sabido retratar el trasfondo de lo indecible, ha llegado al alma de las sensaciones femeninas tan profundas y casi inestrenadas que solo si nos toca vivirlas podremos comprenderlas.
ResponderEliminarSolo alguien muy sensible es capaz de captar tanta riqueza.
Gracias a ambos, Sergio y Rosal. Me limito a transcribir aquella parte que percibo de lo que veo a mi alrededor junto a ese poso que la lectura acumulada va dejando en cada uno. A veces a uno mismo le descubren intenciones, inquietudes, o posibilidades que uno ignoraba, incluso duda de su existencia. Y todo sirve para seguir investigando en el alma y en lo que la escritura puede mostrar.
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