Con un título sacado del “Huckleberry Finn” de Mark Twain, Thomas nos narra a través de una increíble y vitriólica historia el desarrollo, con creces, de la expresión “antes de mejorar, todo ha de empeorar” en una ciudad de la costa sureña de Estados Unidos.
La historia de Lucifer Dye extraída, con alguna menos delicadeza que Twain y bastante más mordacidad que Dickens, de cualquiera de los cuentos de nuestra infancia se convierte en el hilo conductor de una novela picaresca del siglo XXI aunque escrita en el siglo anterior.
Preparar unas elecciones en la ciudad, convirtiéndola previamente en una comunidad moderna pero controlada, es la historia que el autor describe con fluidez.
Por la novela desfilan todas las fuerzas vivas que es posible hallar en el planeta: servicios secretos, ejércitos de liberación, banqueros, dueños de periódicos, médicos, policías, alcaldes, empresarios, gángsteres, prostitutas, pastores, periodistas, mitómanos- quizá los más peligrosos de todas las versiones existentes-, militares, tramposos de toda la laya; todos con el objetivo común del dinero y, consecuentemente, el poder como fin, el cual siendo perceptible resulta en determinados momentos de la trama complicado de descubrir.
Por la novela desfilan todas las fuerzas vivas que es posible hallar en el planeta: servicios secretos, ejércitos de liberación, banqueros, dueños de periódicos, médicos, policías, alcaldes, empresarios, gángsteres, prostitutas, pastores, periodistas, mitómanos- quizá los más peligrosos de todas las versiones existentes-, militares, tramposos de toda la laya; todos con el objetivo común del dinero y, consecuentemente, el poder como fin, el cual siendo perceptible resulta en determinados momentos de la trama complicado de descubrir.
Una novela, diría que muy inteligente, desenfadada, corrosiva y que una vez iniciada, con estupenda construcción en la que los “flash-back” aderezan el ahora, se lee con avidez.
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