sábado, 30 de junio de 2012

LOS AMIGOS DE EDDIE COYLE George V. Higgins (Reseñas 36)

                                    En los años 80, esta novela fue publicada por Noguer en su colección Esfinge, colección que editó- con títulos no muy afortunados- a una serie de autores, clásicos y actuales de la novela criminal.
Libros del Asteroide, en una excelente traducción de los desaparecidos Hernán Sabaté y Montserrat Gurguí, trae a Higgings y recupera su título original.
Eddie Coyle- el mazas, para algunos- es un personaje corriente: tiene un trabajo oficial de conductor de camiones y otro menos común, compra y vende armas, pero no tiene una armería sino que tiene un negocio, digamos que irregular.
En su segunda actividad conoce gente: clientes, proveedores, barmans y algún poli y todos gente seria y cumplidora; pero ello no quiere decir que sean sus amigos ¿cuándo descubre uno la diferencia?
A Eddie- que tiene en su mano izquierda cuatro falanges, resultado de un negocio poco afortunado y que, como consecuencia, dio con la citada mano en la boca de un arcón que fue golpeado por el “empleado de un amigo”- le preocupa que dentro de muy poco tiempo se ha de ver ante el juez en New Hampshire por transportar por encargo “priva” en un camión, y no le gustaría estar, como mínimo, ocho meses a la sombra.
A finales de los sesenta, en plena contestación por la guerra de Vietnam, con los Panteras Negras como preocupación y con el movimiento hippie como fondo de imagen del país; Higgings- antiguo fiscal del Estado especializado en lucha contra crimen organizado- nos sitúa en Boston y nos cuenta esta historia.
Con unos diálogos: chispeantes, en “stacatto”, increíbles, desternillantes y no todos inteligentes, George V. Higgins nos trae una excelente novela.
No la he leído del tirón, me daba pena que se acabase tan pronto, sólo tiene ciento noventa y tres páginas.

domingo, 24 de junio de 2012

EL TAMAÑO SÍ IMPORTA (Ensayo 14)


Con más de sesenta mil títulos publicados anualmente en nuestro país podría ser momento de evaluar la calidad de lo publicado y ello sin distinción de géneros sino si es buena o mala literatura.
A la vez sería  bueno observar que la moda de la novela “tocho” se está extendiendo y así no hay libro que ocupe los primeros puestos de ventas- "best seller" - que no supere las seiscientas páginas con unos supuestos marchamos de calidad y de respetabilidad.
La novela de género arrastra un complejo de inferioridad con respecto a la novela general o “de la corriente principal, sea por haber estado durante muchos años en las catacumbas de la crítica “sesuda” o porque a veces le recuerdan sus orígenes como ”novela por entregas” o “pulp”, cuando pocas son las novelas que naciendo en el siglo XIX no vivieron esa etapa y son referentes literarios.
Sin embargo la novela clásica de género- me refiero al negro, policíaco o criminal- no suele superar las trescientas páginas y ello no quiere decir que sus personajes no estén bien dibujados, sus tramas no sean completas e interesen al lector o sus descripciones sean una foto fija de un paisaje sin vida.
Cierto que el estilo y la forma de escribir, en su evolución, han cambiado y la linealidad : planteamiento, nudo y desenlace ha sufrido, lógicamente, las modificaciones que la creatividad del autor imponen y los “flash- back”, narraciones en bucle, helicoidales, etc. avanzan a la vez que la fusión entre géneros; todo en aras de forzar unos límites, que por mucho que los estudiosos se esfuercen en clasificar y definir, están condenados a ser superados.
Pero ello no debe implicar que la historia, con objeto de darle empaque, prestancia y “tapa dura”, deba alimentarse de hormonas, saciantes y otros productos, que en lugar de hacer digerible la narración, nos den la sensación de “leer algo importante por su aspecto” pero que nos produce pesadillas a poco que intentemos recapitular sobre lo leído.
Como muestra, bastante común, tenemos la construcción de historias con continuos “flash- back”, en donde los personajes pasan del pasado al presente en tres páginas- un capítulo- para retornar a un pasado, que de inmediato nos devuelve al presente y la narración amontona páginas y páginas en tartamudeos capitulares que rompen el ritmo y rizan el rizo en la creación de una acción inane.
Cuando le preguntaron a Sturgeon por qué el noventa por ciento de la novela de ciencia ficción era basura su respuesta fue: “porque el noventa por ciento de todo es basura”; es deseable que ese diez por ciento del todo vaya ascendiendo en porcentaje y eleve, en la misma proporción, el de la literatura.
Y todo ello no debe hacernos olvidar que “ lo bueno, si breve, dos veces bueno”.

miércoles, 20 de junio de 2012

EL CENTAURO BAJO LAS AGUAS - Sergio Coello (Reseñas 35)


El centauro ocupa un lugar en la mitología clásica como resultado de la unión de Ixión (rey de Tesalia) y de una nube- creada por Zeus con la forma de Hera-  para castigar la audacia del rey por  desear a la diosa. Son mezcla de bestialidad y cultura en su representación mitad caballo, mitad hombre.
Son pocos los centauros a los que la mitología prima por su cultura: Folos, que ofreció una generosa hospitalidad a Heracles y Quirón,  preceptor de Aquiles; el resto fueron marcados por su animalidad y lujuria.
Sergio Coello no es un recién llegado a la escritura y ello se observa en lo elaborado de su discurso y la utilización de un lenguaje rico y trabajado que se suele echar en falta ante escritores con “marchamo”
“El Centauro bajo las aguas”, título sugestivo que evoca la  imagen de un intento de galopar hombre-animal entre  turbiedad, es una novela sobre un hombre, que ha llegado al descubrimiento de que en España, en la primera década del siglo XXI,  no existe sitio para él porque el aire que se respira lo asfixia y echa en falta aquello que en el ser primigenio era su fuente y espacio vital, el agua.
A través de una búsqueda desde el centro de su laberinto personal- a dónde ha llegado para quedarse- Jazquín, Abilio nos va desgranando su historia de rechazo social a todas las convenciones personales, familiares y sentimentales en dónde muestra su efigie hueca porque su interior no puede estar con nadie.
La unión de Abilio y Ceilán, un caballo árabe símbolo de la belleza y lo indómito, convierte al protagonista en ese centauro que cabalga hacia rincones, hoy ignotos, buscando ese líquido amniótico o laguna que pudiera ofrecerle ese hábitat del que un día- hace eones- fue eyectado.
Con una cuidada descripción del mundo interior del personaje, con recursos y referencias culturales, guiños que Coello introduce en la trama , la historia discurre a través de metáforas que constituyen puntos de anclaje hasta un final deseado, por inevitable.
Una novela, metáfora dentro de innumerables metáforas, como una matrioska que encerrase sucesivamente otras menores hasta llegar a la  indestructible.

martes, 12 de junio de 2012

HACE EONES... (Relatos 27)

Tengo miedo, miedo a dormirme.
Cada vez que el sueño cierra mis ojos se reproduce el terror.
Me siento deslizar por un embudo sin fin, un embudo de paredes infinitas, distanciadas entre sí de modo que no distingo el otro lado. Un embudo de paredes acolchadas que produce un sonido amortiguado en mi rodar y rodar en la infinita tolva.Y así, una vez y otra, sin noción del tiempo, sólo vencido por el cansancio que me empuja a dormir.
¿Dormir?, ¿alguien podría dormir así?; el dolor es aún más fuerte que el miedo y la conciencia del yo se diluye entre giros y giros en un interminable descender en un ruido sordo hacia el fin.
No soy consciente de respirar, siento la oscuridad, mis manos intentan aferrarse a esas paredes que me rechazan, ruedo, ruedo sin parar y de pronto una luz cegadora estalla ante mis ojos y mi respiración rompe en un gemido- llanto que me desgarra definitivamente.

- Señora, todo ha ido bien, ha sido un niño,¡ enhorabuena!  

domingo, 10 de junio de 2012

LAS CUATRO ESQUINAS - Manuel Longares (Reseñas 34- José Luis González)

El escritor madrileño Manuel Longares nos muestra en esta nueva novela varias situaciones del siglo pasado de la historia de Madrid. También podía haberla ambientado en otra capital de provincia, puesto que contiene elementos comunes vividos por millones de españoles.
El manejable formato, con pasta dura, pocas páginas y una estructura dividida en cuatro capítulos, se prestan a transportar el libro fácilmente y a leerlo por etapas en cualquier situación que nos encontremos.
A los lectores que superen las seis décadas les sonará familiar, puesto que los episodios narrados los identifican en su entorno más cercano.
El autor ha sido galardonado con el primer 'Premio Francisco Umbral al libro del año 2011', lo que de momento no añade un mérito especial, por la poca historia y el prestigio no adquirido por este premio.
Al pretender abarcar casi medio siglo y situaciones tan diferentes no ha podido profundizar en ninguno de los personajes, por otra parte ya tratados con solvencia por otros autores.
El primer episodio situado en la posguerra ¿otra más?, trata la convivencia desde el punto de vista de los oprimidos, soportando la prepotencia de los vencedores. Expone la idea de que los humildes sobreviven estas épocas mejor que los poderosos, quizás porque no tienen nada que perder y han adquirido habilidades útiles para los tiempos difíciles. Nos recuerda a pasajes de “La Colmena” de Cela.
La segunda parte se sitúa en la etapa de las luchas obreras y estudiantiles en los tiempos duros de la dictadura, donde se vislumbran los futuros líderes democráticos. Después, la realidad superará toda ficción. Los personajes que se libraron de la cárcel y se mantuvieron en la sombra se convertirían en líderes de los partidos políticos. Esta época refleja también la aparición de los chaqueteros reconvertidos en demócratas de toda la vida, tanto los de jersey atado al cuello como los que vestían de pana.
En la tercera parte se palpa el ambiente opresor afianzado durante toda la dictadura y mantenido hasta el principio de la transición, donde el sistema policial persiste y los delatores a sueldo de la estructura seguían actuando. ¿Quién no ha conocido a algún confidente en aquella época? A veces recuerda a la película “La vida de los otros” aunque situado en distinto país. También aparece el terrorismo como simple anécdota, lo cual puede ofender a sus numerosas victimas.
La cuarta y última parte es la más deprimente y lenta, puesto que se enroca en una historia de soledad y tristeza de unos compañeros de trabajo que ven aproximarse su ocaso. Demasiado reiterante y con final poco esperanzador. Se aprecian ramalazos del cine de Berlanga. Al parecer el autor lo ha planteado como homenaje a un músico represaliado, aunque esto lo sabemos por comentarios directos, no queda explícito en el texto.
En los cuatro episodios emplea un lenguaje vulgar y abusa de la jerga callejera, llegando en ocasiones a ser “Torrentero”, o emplear expresiones de mal gusto. “Se me revuelven las criadillas” es solo un ejemplo. También intercala situaciones que no añaden riqueza al relato.
La voz narrativa se va alternando con cada capítulo entre la omnisciente, 1ª persona y 3ª persona; esto y el cambio de protagonistas acentúa la división entre los 4 episodios.
Es difícil recomendar esta novela. A algunos les parecerá lenta, para otros será reiterativa, con historias alargadas innecesariamente y con falta de profundidad en el análisis de los personajes. A la mayoría de los lectores les quedará posiblemente un regusto amargo y no quisieran volver a recordar esos nefastos tiempos.


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jueves, 7 de junio de 2012

RAY BRADBURY AL CALOR DE LA LUMBRE (Ensayo 13)

No me gusta hacer epitafios, es más no quiero hacerlos.
Cuando un autor, músico, cineasta, dibujante, guionista o persona que ha influido en mí cruza el “rubicón”, una parte de mí se va con ella.
Decirle adiós a Ray Bradbury (1920- ayer) es despedir a más que un autor Maestro de la Ciencia Ficción de los 50.
Bradbury fue un poeta, un poeta que se inició escribiendo en prosa historias de terror. Si en esa primera etapa estuvo muy influido por H.P.Lovecraft no perteneció a los discípulos del caballero de Providence.
Bradbury era un autor de relatos, de historias cortas, de pinceladas poéticas en las que nos avisaba de dónde estábamos y hacia dónde íbamos. Un autodidacta que consiguió estar junto a los mejores de la Narrativa Fantástica de todos los tiempos por sus historias sobre: la colonización de Marte, sus fábulas llenas de fantasía, su novela Fahrenheit 451- temperatura a la que el papel entra en ignición-, convertida en una excelente película de François Truffaut o sus historias sobre el hombre tatuado que nos permitía  conocer lo que cada tatuaje decía.
Quizá haya sido el autor de Fantasía Científica más conocido por quienes nunca se asomaron al género, fue afortunado por gozar de una crítica favorable por parte de los que sólo han sido adictos al “mainstream” y la “literatura culta”.
Siempre recordaré el primer cuento de Bradbury que leí; se llamaba “El Paseante”,  y me produjo una sensación de miedo por su inquietante realidad. “Un hombre camina tranquilamente por una gran avenida transitada sólo por automóviles a altas horas de la noche y es detenido e interrogado por unos policías ya que el hecho de pasear en la ciudad  supone una poderosa razón para ser considerado sospechoso”.
En su libro de relatos “Memoria de Crímenes” hace una incursión en la novela criminal para contarnos historias duras, pero cargadas de poesía.
Bradbury llevaba ya muchos años sin escribir, lo último era un libro de relatos de fantasía publicados en 1998; el tiempo de los grandes de la Ciencia Ficción clásica había pasado, la fiebre Tolkien con sus múltiples corrientes recuperando el subgénero de “espadas y brujería”, la mayoría de una calidad nefasta, barrieron de las librerías y editoriales las corrientes en boga e hicieron pensar, a la vez, que: Clarke, Asimov, Pohl, Heinlein, Bradbury, Silverberg, Kornbluth, Hoyle, Herbert o Dick nunca habían existido.
Por eso no quiero hacer epitafios, sólo busco recuperar a esa gente que nos enseñó a soñar a través de su arte: relatos,”riffs”, secuencias, grafismo o historias.