jueves, 20 de diciembre de 2012

VIGILIAS EFÍMERAS Sergio Coello (Reseñas 39)

           

En portada, un inquietante iceberg de forma incierta y que podría pasar por un antropoide ciego en la observación interior de sus dos terceras partes sumergidas.
Así nos presenta Sergio Coello su “Vigilias Efímeras”, una colección de relatos que el autor dedica a Raymond Chandler y su simple arte de matar.

Conforme las diez historias son absorbidas- en esta ocasión de absorto- el lector empieza a preguntarse qué une a: un “hombre de negocios” autista que deviene en locuaz a la vista de las rompientes de Gijón; un viudo inconsolable ¿o no?; un funcionario municipal que conduce un camión de recogida de residuos; una ama de casa ganadora de un certamen literario; un resentido social que no asesina en serie, sino aleatoriamente; un paranoico que recibe anónimos amenazantes; un detective que busca testigos viajando en el tiempo; un francotirado de apellido aromático y larga experiencia en Sarajevo; un aparejador que presenta todos los indicios de haberse suicidado ante las puertas de un convento palentino y un periodista archivero de una cadena de televisión local enviado a hacer una incursión para “dar a conocer la provincia”. El interrogante solo admite una respuesta, los personajes están unidos por aquello que desde que el mundo es mundo nos une a todos, la muerte violenta.
Se podrá argüir que hay distintas muertes, no conozco ningún caso en que la futura víctima no luche, con todos sus recursos y hasta el último segundo, por no serlo.

Cada una de las historias que Sergio Coello nos cuenta en veinte páginas serían cuerpo y alma de cualquier novela “actual” de, al menos, cuatrocientas.
La profundidad que los personajes adquieren en ese breve espacio da mayor valor a un contenido, como mínimo cautivador, que obliga a leer despacio y sin perder palabra lo que el autor tiene que contarnos.
Con unos monólogos cargados de metáforas, en homenaje a los personajes chandlerianos, Coello nos permite entender su dedicatoria; su profundo conocimiento y admiración por el autor norteamericano, para muchos considerado autor canónico de la novela negra.
Las historias de “Vigilias Efímeras” impactan porque les pasan a gente como nosotros; con quienes compartimos café y “croissants” en la barra del bar, espacio en el autobús, cola en la administración de loterías o turno en la peluquería.
Los relatos son como cargas de profundidad lanzadas en el mar de la vida y que no tardan en devolvernos a la superficie aquello que creíamos navegaba suficientemente protegido en el submarino alcanzado.
Pero, como en la portada, lo que nos muestra “Vigilias Efímeras” es solo una tercera parte de la realidad.

sábado, 22 de septiembre de 2012

RAOUL WALSH Coord. José María Latorre (Reseñas 38 )



Asistía al cine con mis padres, eran aquellos pases que autorizaban “menores acompañados” cuando los abuelos no se podían o querían quedar a cargo de los nietos. Un cine de verano, el Trianón , la película policíaca en blanco y negro y la imagen en la retina para siempre: el criminal volaba, materialmente en pedazos, entre la explosión de un depósito en la cúspide de una refinería, mientras decía algo así como “en la cima del mundo”. Eran tiempos en que en España los colores no eran sólo una longitud de onda de luz y el título parecía tener hasta sentido político “Al rojo vivo”.
Mas tarde: “Murieron con las botas puestas”, “Objetivo Birmania”, “El hidalgo de los        mares”, “Helena de Troya”, “ Una trompeta lejana”…películas vistas espaciada y aleatoriamente en  los tiempos en que eran de: Errol Flynn, Gregory Peck…”de guerra, de piratas, de romanos, de indios”; pero formaban un poso de imágenes
No lo sabía, entonces, pero todas habían sido firmadas  por Raoul Walsh, un director con un parche en su ojo derecho fruto de un accidente en pleno rodaje, que parecía extraído de alguna de sus películas de aventuras, y que andando el tiempo me haría apreciar la ejecución de un cine con personajes dando sentido a sus movimientos. Uno de los pioneros del cine, ayudante de D.W.Griffith, actor en “El nacimiento de una nación”, con ciento treinta y seis películas dirigidas en su “currículum” y aun tuvo tiempo para escibir, a sus ochenta y cuatro años y cuando las productoras le "habían jubilado", una novela-western “La ira de los justos”; un hombre nacido en el siglo XIX (1887) y muerto en las proximidades del XXI (1980).
Coordinado por José María Latorre y editado por Nosferatu, a lo largo de más de trescientas páginas y con un equipo de colaboradores de prestigio: Hilario J. Rodríguez, Carlos Losilla, Quim Casas, Ricardo Aldarrondo, Jesús Angulo, Tomás Fernández Valentí, Roberto Cueto, Antonio José Navarro, Jordi Bernal, José Enrique Monterde,  Tino Pertierra  y el mismo Latorre elaboran un pormenorizado estudio sobre la obra singular de Walsh.
Un estudio en que son examinados, con detalle, los distintos géneros que dirigió y que disecciona quince títulos que forman un “cuadro de honor”, elaborado por el equipo autor del libro, en el que no faltan “El último refugio”, “Los violentos años 20”, “Gentleman Jim” o “El ladrón de Bagdad”..
Una rehabilitación de un Walsh, al que gran parte de la crítica ha despachado de un plumazo con la denominación “artesano” y que, quizá no lo dijo nunca pero seguro que lo pensó, sólo sabía hacer CINE.
Un libro recomendable que una vez leído crea la necesidad de “saber más” y ver esas películas de Walsh, que el lector ignoraba fuesen suyas, y revisar las conocidas y   firmadas por dicho director.
Creo que no me equivoco al decir que a diario en España en algún canal de televisión, a cualquier hora del día o de la noche se está reponiendo alguna película de Raoul.Walsh.

domingo, 19 de agosto de 2012

FIESTA (Relatos 29)

La Maestranza luce bonita en una tarde de toros. El gentío a su alrededor, los puestos de bebidas, chucherías, sombreros y tabaco forman un contorno vocinglero y cacofónico que ensordece a aquel que viene a contemplar el espectáculo.
Hace muchos años que no vengo a los toros, quizá ya he olvidado parte de las decepciones sufridas en mis anteriores asistencias – espectáculos bochornosos de toros que se caen, toreros que no hacen honor al nombre y tomaduras de pelo, amén de que si alguna vez tuvieron un cierto sabor romántico ya no se lo encuentro- y la oportunidad de poder ver de nuevo una fiesta, a la que me aficioné de muy niño, me empuja a buscar de nuevo un algo indefinible.
Una vez pasado el control de entrada, recojo una almohadilla y me dirijo a mi asiento en el tendido de sombra.
El paso a las localidades, desde los pasillos, a través de los vomitorios supone un golpe de luz, color y un sonido distinto mezcla de conversaciones, trasiego de gente y gritos, más contenidos, de los vendedores. El ambiente festivo se cuela en todos los rincones.
Vamos ocupando nuestros asientos, quedo empotrado, por los lados, entre una señora “enjaezada a la andaluza” y un orondo fumador de puro, vitola incluida; mis rodillas quedan apoyadas en la espalda de un trajeado aficionado y siento en mis espaldas la presión de las rodillas de otra dama. Las conversaciones versan sobre: la corrida del día anterior “la faena tan buena,que “Fulano” le hizo al cuarto toro” y las preguntas sobre la salud de comunes conocidos, abonados también, como los que me rodean.
A nuestra derecha el palco de la presidencia, los toriles y la plataforma para la banda de música, a nuestra izquierda y casi enfrente la puerta de cuadrillas.
Poco a poco me voy acomodando, como un pollo en un nido, culeando a uno y otro lado, apoyando la espalda, de manera razonable, en las piernas de quien me sucede y soportando, con estoicismo, las espaldas del delantero. Una vez arrellanado, que empiece el espectáculo.
La plaza se ha ido llenando y se convierte en una serie de círculos multicolores que rodean callejón, burladeros y ese disco de albero, cual sol al que el sacrificio llamado “arte” le ofrece sus víctimas.
Son las seis y media de la tarde, noventa minutos después de esa hora que Lorca inmortalizó, las voces se van amortiguando en murmullos y las puertas de cuadrillas se abren para dar paso a los alguacilillos que vienen a recoger unas imaginarias llaves a la presidencia y la licencia para iniciar el festejo.
De tres en fondo avanzan los diestros con sus respectivas cuadrillas, dos de ellos vienen cubiertos, no es la primera vez que aparecen ante este público, el tercero, como nuevo en la plaza, trae la montera en la mano; los colores de sus trajes de luces - verde, rojo y azul cielo- ,combinados con el oro,contrastan con aquellos más apagados que se alternan con el plata de los subalternos. Tras los toreros a pie se aproximan sobre sus cabalgaduras, revestidas y protegidas, los picadores y cerrando filas, con el cascabeleo característico de los arneses y los chasquidos de los látigos, los mulilleros.
Para mí, ha terminado la parte festiva, inocente y brillante, en la que la “majeza” brilla y aún no se adivina el drama.
Tras saludar a quienes presidirán el festejo, la cabalgata se disuelve; mulillas y picadores vuelven a su punto de salida, las puertas por las que salieron son cerradas y las cuadrillas se distribuyen tras los burladeros.
Suena el clarín y miro hacia la puerta de toriles, que se abre para dar paso a un animal fuerte, musculado, de cabeza arrogante, “astifino” y negro calzado. La luz lo deslumbra y corre con ímpetu en busca de una salida pero el círculo es cerrado para él, se inicia el juego.
Aparecen dos peones que con los capotes de brega intentan distraerlo y ver sus derrotes pero el animal, en su efímera libertad, ignora todo lo que pueda interponerse en su búsqueda de una salida. Suelto está y hay que pararlo. El espada recoge su capote para lucirse y el clarín avisa para dar paso a los picadores; mientras el matador, que es el de más experiencia de los tres, intenta hacer alguna faena, pero ni el toro se deja, ni sabe contenerlo y sus intentos de darle alguna verónica- completa o media- se convierten en varios trapazos sin ton ni son; “el respetable” aplaude y jalea con varios “olés” la pantomima que presencio.
Entre varios peones, con mucho esfuerzo y poco oficio, conducen al toro hacia el caballo de tal modo que la única salida que tiene la res es la de embestirlo.
Es el momento en que la función se rompe, el varilarguero se lanza sobre el lomo del animal, que no sobre el morrillo, y rompe, rasga, presiona y acosa al toro de tal modo que cerrándole la salida y saliendo de su “segmento circular”, se ensaña con él y hunde una y otra vez la puya sobre el animal herido; la gente silba ante la crueldad del castigo y yo ignoro por qué el Reglamento no se hace cumplir por el presidente. El toro se hinca de manos ante el castigo y la sangre fluye a borbotones del lomo de “la fiera”. Es tal la dureza aplicada que el diestro pide el cambio de tercio y el representante gubernativo lo autoriza. Con la retirada del piquero y la inestimable ayuda de los peones a poner al toro en pie continúa el festejo.
Ha sonado el clarín de nuevo y los subalternos se ocupan , más mal que bien, de colocar unos rehiletes que dejan una exigua muestra sobre un lomo de toro sangrante, el resto de banderillas reposa en el suelo.
De inmediato el clarín nos indica que el tercio de “la verdad” ha llegado, y el espada brinda la muerte del toro a una dama parapetada tras un mantón de manila, que contempla la faena desde barrera.
De verde y oro el diestro, uno de los punteros en el escalafón, se dirige con pasos mesurados hacia su enemigo que está inmóvil. El “maestro” lo cita, se aproxima a la “fiera” con la muleta en ristre, se para, se aproxima más aún y deja pasar al toro bajo la muleta, no sin rozarse a la vez con la tripa del animal. El gentío rompe en exclamaciones, vuelve a acercarse al toro, y este huye sin contemplaciones; una muestra, actual, del “parar, templar y mandar clásicos”. Tras una serie de persecuciones, con ayuda de los peones para limitar el espacio el toro, que  busca su querencia en las tablas sintiéndose acorralado y herido, el diestro consigue pasarle, con la mano derecha, tres veces la muleta sobre el lomo e intenta un amago de pase de pecho. El público ruge y los gritos de “torero, torero” ensordecen la plaza; sólo algunos “despistados” del tendido 7 silban o mantienen un silencio elocuente. La banda de música se lanza de una modo incontenible sobre un pasodoble que amenice la faena del “triunfador” y acalle los silbidos.
Son tres mantazos más los que, tras el torero mover levemente la cabeza de izquierda a derecha, inician una sucesión de intentos de acabar con el toro que se saldan con dos pinchazos y una “media pescuezera” que acaban con los sufrimientos del “bicho”; aunque algunos agitan los pañuelos el presidente opta por no conceder trofeo alguno.
Aprovecho la entrada de las mulillas para abandonar mi lugar,no sin trabajo y varias peticiones de permiso, bajo las escaleras, salgo al vomitorio y a través de los pasillos dejo atrás puerta y plaza.
Por el Paseo de Colón me prometo, de nuevo, no volver a asistir jamás a una corrida de toros.














miércoles, 25 de julio de 2012

SERVICIO COMPLETO (Relatos 28)


Sencillamente no te lo crees, y parpadeas y te miras esa camisa blanca, impoluta hace un suspiro y el manantial de tu sangre borboteante que la tiñe ahora.
Habías oído hablar de: Torrio, Capone, Luciano, Nitti, Costello, del 14 de febrero, y de tantas y tantas historias que te sonaban a cuentos de vieja.
Entonces tú no habías nacido y los tiempos del Boston de finales de los sesenta quedaban demasiado lejos; para ti eran los tiempos de Kruschev, y los que siguieron hasta que el “otro tigre de papel”, con Gorbachov y Yeltsin, se derrumbó y había que ponerse, junto con la pasta, a buen recaudo y manejar los negocios desde un lugar tranquilo, Marbella.
Pero Marbella se puso muy frecuentada y empezaron a aparecer conocidos a los que había que evitar, por las buenas o por las malas, y buscaste un lugar en que la preocupación de los demás por tus intereses no fuese tan importante, Bilbao.
Han sido diez años de tranquilidad, fecundos en negocios y amistades y relajados en el diario, te permitiste, incluso, prescindir del guardaespaldas.
Por eso la llegada de dos policías locales, a la peluquería en que estás ni te ha inmutado, uno se ha quedado junto a la puerta y el otro tranquilamente te ha descerrajado tres tiros tras recomendar al peluquero que se alejase un poco, para no salpicar.
Ya no te importa si se encaminan a un coche patrulla- robado como los uniformes- y después de arrancar haciendo sonar la sirena desaparecen a la vez que su ulular.
Sólo aciertas a ver, difusamente, que los surtidores van apagando sus impulsos y un color cerúleo se extiende sobre tu cara mientras sientes que... ¡ te han matado!.

domingo, 22 de julio de 2012

MUCHO DINERO José Villalba Garrote (Reseñas 37)


La tradición de la novela negra, novela urbana en sus orígenes, la situaba en las grandes poblaciones en que la delincuencia, el poder y la corrupción eran más ostensibles.
Llega Jim Thompson y las historias aparecen en puebluchos de mala muerte del medio oeste en donde la corrupción asfixia al pobre lugareño que se limita a ver ante sí el crimen y el abuso de poder sin posibilidad siquiera de percibirlo como algo distinto a lo habitual.
José Villalba (Luelmo de Sayago, Zamora, 1965) nos demuestra con su prosa que la novela negra puede tener cabida en una capital de provincias como Zamora, en la que nunca pasa nada, y que en la Semana Santa zamorana se puede encontrar algo más que excepcionales tallas de imágenes, recogimiento y fervor.
En la madrugada del miércoles santo la Hermandad de la Penitencia desfila por las calles de la ciudad castellano-leonesa entre el silencio, el sonido de las matracas y el deslizar de los pies descalzos de los penitentes sobre el pavimento.
Las extrañas contorsiones y movimientos imprevisibles de un hermano- con su traje oscuro cubierto con una capa parda listada y un pesado farol- aterroriza a los devotos que asisten al paso de la procesión. Momentos después, Leocadio Coscarón, superintendente de la policía local, que presencia el desfile junto a su familia, acude en ayuda del desmayado para oírle exhalar unas últimas palabras y fallecer.
A partir del hecho, Villalba construye una novela negra en donde “Leo” inicia una investigación no tan atípica y las estructuras de poder son puestas a prueba por el voluntarioso policía.
Una historia imaginativa e irónica que mantiene en vilo al lector hasta un final sorprendente. Un Plinio más leonés que manchego, unos personajes que se adaptan a la trama como un guante y si bien la novela inicia sus pasos con algún titubeo va afianzándose hasta adquirir un ritmo en donde su autor lleva a excelente término el desenlace.
Una novela recomendable.

sábado, 30 de junio de 2012

LOS AMIGOS DE EDDIE COYLE George V. Higgins (Reseñas 36)

                                    En los años 80, esta novela fue publicada por Noguer en su colección Esfinge, colección que editó- con títulos no muy afortunados- a una serie de autores, clásicos y actuales de la novela criminal.
Libros del Asteroide, en una excelente traducción de los desaparecidos Hernán Sabaté y Montserrat Gurguí, trae a Higgings y recupera su título original.
Eddie Coyle- el mazas, para algunos- es un personaje corriente: tiene un trabajo oficial de conductor de camiones y otro menos común, compra y vende armas, pero no tiene una armería sino que tiene un negocio, digamos que irregular.
En su segunda actividad conoce gente: clientes, proveedores, barmans y algún poli y todos gente seria y cumplidora; pero ello no quiere decir que sean sus amigos ¿cuándo descubre uno la diferencia?
A Eddie- que tiene en su mano izquierda cuatro falanges, resultado de un negocio poco afortunado y que, como consecuencia, dio con la citada mano en la boca de un arcón que fue golpeado por el “empleado de un amigo”- le preocupa que dentro de muy poco tiempo se ha de ver ante el juez en New Hampshire por transportar por encargo “priva” en un camión, y no le gustaría estar, como mínimo, ocho meses a la sombra.
A finales de los sesenta, en plena contestación por la guerra de Vietnam, con los Panteras Negras como preocupación y con el movimiento hippie como fondo de imagen del país; Higgings- antiguo fiscal del Estado especializado en lucha contra crimen organizado- nos sitúa en Boston y nos cuenta esta historia.
Con unos diálogos: chispeantes, en “stacatto”, increíbles, desternillantes y no todos inteligentes, George V. Higgins nos trae una excelente novela.
No la he leído del tirón, me daba pena que se acabase tan pronto, sólo tiene ciento noventa y tres páginas.

domingo, 24 de junio de 2012

EL TAMAÑO SÍ IMPORTA (Ensayo 14)


Con más de sesenta mil títulos publicados anualmente en nuestro país podría ser momento de evaluar la calidad de lo publicado y ello sin distinción de géneros sino si es buena o mala literatura.
A la vez sería  bueno observar que la moda de la novela “tocho” se está extendiendo y así no hay libro que ocupe los primeros puestos de ventas- "best seller" - que no supere las seiscientas páginas con unos supuestos marchamos de calidad y de respetabilidad.
La novela de género arrastra un complejo de inferioridad con respecto a la novela general o “de la corriente principal, sea por haber estado durante muchos años en las catacumbas de la crítica “sesuda” o porque a veces le recuerdan sus orígenes como ”novela por entregas” o “pulp”, cuando pocas son las novelas que naciendo en el siglo XIX no vivieron esa etapa y son referentes literarios.
Sin embargo la novela clásica de género- me refiero al negro, policíaco o criminal- no suele superar las trescientas páginas y ello no quiere decir que sus personajes no estén bien dibujados, sus tramas no sean completas e interesen al lector o sus descripciones sean una foto fija de un paisaje sin vida.
Cierto que el estilo y la forma de escribir, en su evolución, han cambiado y la linealidad : planteamiento, nudo y desenlace ha sufrido, lógicamente, las modificaciones que la creatividad del autor imponen y los “flash- back”, narraciones en bucle, helicoidales, etc. avanzan a la vez que la fusión entre géneros; todo en aras de forzar unos límites, que por mucho que los estudiosos se esfuercen en clasificar y definir, están condenados a ser superados.
Pero ello no debe implicar que la historia, con objeto de darle empaque, prestancia y “tapa dura”, deba alimentarse de hormonas, saciantes y otros productos, que en lugar de hacer digerible la narración, nos den la sensación de “leer algo importante por su aspecto” pero que nos produce pesadillas a poco que intentemos recapitular sobre lo leído.
Como muestra, bastante común, tenemos la construcción de historias con continuos “flash- back”, en donde los personajes pasan del pasado al presente en tres páginas- un capítulo- para retornar a un pasado, que de inmediato nos devuelve al presente y la narración amontona páginas y páginas en tartamudeos capitulares que rompen el ritmo y rizan el rizo en la creación de una acción inane.
Cuando le preguntaron a Sturgeon por qué el noventa por ciento de la novela de ciencia ficción era basura su respuesta fue: “porque el noventa por ciento de todo es basura”; es deseable que ese diez por ciento del todo vaya ascendiendo en porcentaje y eleve, en la misma proporción, el de la literatura.
Y todo ello no debe hacernos olvidar que “ lo bueno, si breve, dos veces bueno”.

miércoles, 20 de junio de 2012

EL CENTAURO BAJO LAS AGUAS - Sergio Coello (Reseñas 35)


El centauro ocupa un lugar en la mitología clásica como resultado de la unión de Ixión (rey de Tesalia) y de una nube- creada por Zeus con la forma de Hera-  para castigar la audacia del rey por  desear a la diosa. Son mezcla de bestialidad y cultura en su representación mitad caballo, mitad hombre.
Son pocos los centauros a los que la mitología prima por su cultura: Folos, que ofreció una generosa hospitalidad a Heracles y Quirón,  preceptor de Aquiles; el resto fueron marcados por su animalidad y lujuria.
Sergio Coello no es un recién llegado a la escritura y ello se observa en lo elaborado de su discurso y la utilización de un lenguaje rico y trabajado que se suele echar en falta ante escritores con “marchamo”
“El Centauro bajo las aguas”, título sugestivo que evoca la  imagen de un intento de galopar hombre-animal entre  turbiedad, es una novela sobre un hombre, que ha llegado al descubrimiento de que en España, en la primera década del siglo XXI,  no existe sitio para él porque el aire que se respira lo asfixia y echa en falta aquello que en el ser primigenio era su fuente y espacio vital, el agua.
A través de una búsqueda desde el centro de su laberinto personal- a dónde ha llegado para quedarse- Jazquín, Abilio nos va desgranando su historia de rechazo social a todas las convenciones personales, familiares y sentimentales en dónde muestra su efigie hueca porque su interior no puede estar con nadie.
La unión de Abilio y Ceilán, un caballo árabe símbolo de la belleza y lo indómito, convierte al protagonista en ese centauro que cabalga hacia rincones, hoy ignotos, buscando ese líquido amniótico o laguna que pudiera ofrecerle ese hábitat del que un día- hace eones- fue eyectado.
Con una cuidada descripción del mundo interior del personaje, con recursos y referencias culturales, guiños que Coello introduce en la trama , la historia discurre a través de metáforas que constituyen puntos de anclaje hasta un final deseado, por inevitable.
Una novela, metáfora dentro de innumerables metáforas, como una matrioska que encerrase sucesivamente otras menores hasta llegar a la  indestructible.

martes, 12 de junio de 2012

HACE EONES... (Relatos 27)

Tengo miedo, miedo a dormirme.
Cada vez que el sueño cierra mis ojos se reproduce el terror.
Me siento deslizar por un embudo sin fin, un embudo de paredes infinitas, distanciadas entre sí de modo que no distingo el otro lado. Un embudo de paredes acolchadas que produce un sonido amortiguado en mi rodar y rodar en la infinita tolva.Y así, una vez y otra, sin noción del tiempo, sólo vencido por el cansancio que me empuja a dormir.
¿Dormir?, ¿alguien podría dormir así?; el dolor es aún más fuerte que el miedo y la conciencia del yo se diluye entre giros y giros en un interminable descender en un ruido sordo hacia el fin.
No soy consciente de respirar, siento la oscuridad, mis manos intentan aferrarse a esas paredes que me rechazan, ruedo, ruedo sin parar y de pronto una luz cegadora estalla ante mis ojos y mi respiración rompe en un gemido- llanto que me desgarra definitivamente.

- Señora, todo ha ido bien, ha sido un niño,¡ enhorabuena!  

domingo, 10 de junio de 2012

LAS CUATRO ESQUINAS - Manuel Longares (Reseñas 34- José Luis González)

El escritor madrileño Manuel Longares nos muestra en esta nueva novela varias situaciones del siglo pasado de la historia de Madrid. También podía haberla ambientado en otra capital de provincia, puesto que contiene elementos comunes vividos por millones de españoles.
El manejable formato, con pasta dura, pocas páginas y una estructura dividida en cuatro capítulos, se prestan a transportar el libro fácilmente y a leerlo por etapas en cualquier situación que nos encontremos.
A los lectores que superen las seis décadas les sonará familiar, puesto que los episodios narrados los identifican en su entorno más cercano.
El autor ha sido galardonado con el primer 'Premio Francisco Umbral al libro del año 2011', lo que de momento no añade un mérito especial, por la poca historia y el prestigio no adquirido por este premio.
Al pretender abarcar casi medio siglo y situaciones tan diferentes no ha podido profundizar en ninguno de los personajes, por otra parte ya tratados con solvencia por otros autores.
El primer episodio situado en la posguerra ¿otra más?, trata la convivencia desde el punto de vista de los oprimidos, soportando la prepotencia de los vencedores. Expone la idea de que los humildes sobreviven estas épocas mejor que los poderosos, quizás porque no tienen nada que perder y han adquirido habilidades útiles para los tiempos difíciles. Nos recuerda a pasajes de “La Colmena” de Cela.
La segunda parte se sitúa en la etapa de las luchas obreras y estudiantiles en los tiempos duros de la dictadura, donde se vislumbran los futuros líderes democráticos. Después, la realidad superará toda ficción. Los personajes que se libraron de la cárcel y se mantuvieron en la sombra se convertirían en líderes de los partidos políticos. Esta época refleja también la aparición de los chaqueteros reconvertidos en demócratas de toda la vida, tanto los de jersey atado al cuello como los que vestían de pana.
En la tercera parte se palpa el ambiente opresor afianzado durante toda la dictadura y mantenido hasta el principio de la transición, donde el sistema policial persiste y los delatores a sueldo de la estructura seguían actuando. ¿Quién no ha conocido a algún confidente en aquella época? A veces recuerda a la película “La vida de los otros” aunque situado en distinto país. También aparece el terrorismo como simple anécdota, lo cual puede ofender a sus numerosas victimas.
La cuarta y última parte es la más deprimente y lenta, puesto que se enroca en una historia de soledad y tristeza de unos compañeros de trabajo que ven aproximarse su ocaso. Demasiado reiterante y con final poco esperanzador. Se aprecian ramalazos del cine de Berlanga. Al parecer el autor lo ha planteado como homenaje a un músico represaliado, aunque esto lo sabemos por comentarios directos, no queda explícito en el texto.
En los cuatro episodios emplea un lenguaje vulgar y abusa de la jerga callejera, llegando en ocasiones a ser “Torrentero”, o emplear expresiones de mal gusto. “Se me revuelven las criadillas” es solo un ejemplo. También intercala situaciones que no añaden riqueza al relato.
La voz narrativa se va alternando con cada capítulo entre la omnisciente, 1ª persona y 3ª persona; esto y el cambio de protagonistas acentúa la división entre los 4 episodios.
Es difícil recomendar esta novela. A algunos les parecerá lenta, para otros será reiterativa, con historias alargadas innecesariamente y con falta de profundidad en el análisis de los personajes. A la mayoría de los lectores les quedará posiblemente un regusto amargo y no quisieran volver a recordar esos nefastos tiempos.


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jueves, 7 de junio de 2012

RAY BRADBURY AL CALOR DE LA LUMBRE (Ensayo 13)

No me gusta hacer epitafios, es más no quiero hacerlos.
Cuando un autor, músico, cineasta, dibujante, guionista o persona que ha influido en mí cruza el “rubicón”, una parte de mí se va con ella.
Decirle adiós a Ray Bradbury (1920- ayer) es despedir a más que un autor Maestro de la Ciencia Ficción de los 50.
Bradbury fue un poeta, un poeta que se inició escribiendo en prosa historias de terror. Si en esa primera etapa estuvo muy influido por H.P.Lovecraft no perteneció a los discípulos del caballero de Providence.
Bradbury era un autor de relatos, de historias cortas, de pinceladas poéticas en las que nos avisaba de dónde estábamos y hacia dónde íbamos. Un autodidacta que consiguió estar junto a los mejores de la Narrativa Fantástica de todos los tiempos por sus historias sobre: la colonización de Marte, sus fábulas llenas de fantasía, su novela Fahrenheit 451- temperatura a la que el papel entra en ignición-, convertida en una excelente película de François Truffaut o sus historias sobre el hombre tatuado que nos permitía  conocer lo que cada tatuaje decía.
Quizá haya sido el autor de Fantasía Científica más conocido por quienes nunca se asomaron al género, fue afortunado por gozar de una crítica favorable por parte de los que sólo han sido adictos al “mainstream” y la “literatura culta”.
Siempre recordaré el primer cuento de Bradbury que leí; se llamaba “El Paseante”,  y me produjo una sensación de miedo por su inquietante realidad. “Un hombre camina tranquilamente por una gran avenida transitada sólo por automóviles a altas horas de la noche y es detenido e interrogado por unos policías ya que el hecho de pasear en la ciudad  supone una poderosa razón para ser considerado sospechoso”.
En su libro de relatos “Memoria de Crímenes” hace una incursión en la novela criminal para contarnos historias duras, pero cargadas de poesía.
Bradbury llevaba ya muchos años sin escribir, lo último era un libro de relatos de fantasía publicados en 1998; el tiempo de los grandes de la Ciencia Ficción clásica había pasado, la fiebre Tolkien con sus múltiples corrientes recuperando el subgénero de “espadas y brujería”, la mayoría de una calidad nefasta, barrieron de las librerías y editoriales las corrientes en boga e hicieron pensar, a la vez, que: Clarke, Asimov, Pohl, Heinlein, Bradbury, Silverberg, Kornbluth, Hoyle, Herbert o Dick nunca habían existido.
Por eso no quiero hacer epitafios, sólo busco recuperar a esa gente que nos enseñó a soñar a través de su arte: relatos,”riffs”, secuencias, grafismo o historias.  

sábado, 28 de abril de 2012

UNOS POR OTROS - Philip Kerr (Reseñas 33)


En la tetralogía sobre “Berlín Noire” Philip Kerr nos ha ido desvelando los avatares que Bernard Günther- su protagonista- va viviendo desde “Violetas de Marzo”, “Pálido Criminal”, “Réquiem Alemán” a la presente “Unos por Otros” en su devenir como investigador a través del ascenso y caída del III Reich.
Es 1949 y Bernard está en Münich, sus estancias en Viena y Berlín han sido cualquier cosa menos gratificantes.
Ahora atiende el hotel, cerca de Dachau, que su mujer heredó de su padre. El negocio no tiene la más mínima perspectiva, Kirsteen, su esposa, está ingresada en un psiquiátrico y las esperanzas de  que salga restablecida o con vida se presentan  muy lejanas.
Bernard se vuelve a encontrar solo y se pone a trabajar de lo único que sabe hacer, de detective. A partir de ello empieza a recibir encargos que lo introducen en el mundo de la evacuación de nazis, un mar de corrupción que lo inunda todo.
Un conjunto de organizaciones criminales, que al amparo de la posguerra pululan en Alemania, convierten la vida de nuestro protagonista en un juguete que pende de unos hilos, cuyo origen aparece desconocido, con grandes posibilidades de ser cortados.
Chantajes, búsquedas de nazis, trampas, palizas, asesinatos ...y en el fondo de todo: la C.I.A., los “Ivanes”, la Haganah, los “cazanazis”, la Iglesia Católica y las “desapariciones”.
Kerr nos sumerge en una novela que, como a los buscadores de perlas, nos parece que no vamos a tener suficiente oxígeno para salir a la superficie y quedaremos atrapados en el fondo. Un estilo que engancha de tal manera que manejamos el libro con miedo a que se nos rompa en las manos. Una prosa dura, un personaje chandleriano; Günther nos recuerda, a Marlowe por su cinismo y el elevado precio que cuesta mantenerlo.
Una interesante novela trufada de realidad de tal modo que al terminarla nos obliga a preguntarnos: ¿hasta dónde la ficción?

jueves, 12 de abril de 2012

BCNegra 2008- Montserrat Gurguí (Incursiones 3)


No han transcurrido seis meses desde que dediqué una entrada al recuerdo de Hernán Sabaté y lamentablemente tengo que hacer una nueva incursión para despedir a Montserrat Gurguí.
Todo aquel que escribe busca no repetirse, sin ser consciente de que gira una y otra vez alrededor de sí mismo, y las caleidoscòpicas imágenes que proyecta sobre el papel escrito son herederas, una y otra vez, de aquello que un día concibió.
Por ello hoy la imagen de Hernán se mezcla, de nuevo, con la de Montserrat, ambos están traduciendo lo intraducible, que no será leído nunca porque existe antes de escribirlo, y está en el idioma que todos entenderemos algún día.
Con cariño, impensable para la poca relación que tuvimos, quiero dejar constancia de mi admiración, respeto y profundo agradecimiento por haberme puesto en comunicación con otras personas a través de su trabajo.
Muchas gracias.

miércoles, 11 de abril de 2012

DOMINGO DE RESURRECCIÓN (Relatos 26)


El partido era muy interesante y hacía un rato que había comenzado cuando llegó a casa tras haber mantenido en el garaje una conversación con Alfonso, su vecino del 3º izda,,sobre algunas cuestiones de la comunidad de vecinos en que mostraban ciertas discrepancias con la actual administración.
Le esperaban para cenar y su explicación de las razones de la tardanza no había resultado, en absoluto, convincente.
Empezaron a pelar los langostinos, llevaban toda la Semana Santa acudiendo a la mesa a las horas de rigor y sus huestes sufrían poca merma; había sido una oferta muy buena y probablemente hubiese cantidad, sin seguridad de calidad, hasta la feria que estaba en ciernes.
Los filetes empanados, preparados con todo esmero el sábado anterior al inicio de las fiestas, volvían a su visita acostumbrada como segundo plato y los niños los miraban ya con ojos despavoridos; pero era la cena prevista y eludirla significaba comerlos lunes y martes de pascua.
Las reservas habían sido cuantiosas y las visitas previstas, que habrían de haber dado cuenta de ellos a lo largo de los días pasados, habían declinado su asistencia; el tiempo no se había prestado a demasiadas reuniones en casa.

Alfredo deseaba terminar su cena y sentarse frente al televisor a ver el fútbol; pero los niños habían sido más rápidos y veían ya una de esas películas de “ogros simpáticos” que aparecían de continuo en la pantalla, en cuyo caso optó por ayudar a Carlota a recoger la mesa y cargar el lavavajillas.
No bien salió de la cocina, con intención de sentarse y convencer a los chicos para “zapear” de vez en cuando, un chillido de Carlota lo catapultó hacia la cocina para verla señalar una cucaracha, que ufana se paseaba sobre la encimera, mientras ella miraba con espanto desde un rincón de la estancia, al asqueroso bicho.

Alfredo hubo de utilizar las dotes adquiridas de las películas de safaris, vistas en su juventud, para tras diversos golpes de paño de cocina en las proximidades conseguir lanzar al insecto al suelo para, instantáneamente, perderlo de vista bajo uno de los muebles de cocina.
Tras rociar, abundantemente, los alrededores del mueble con insecticida y oír admoniciones del tipo: “desde luego, hay que ser inútil, mira que escapársete...”, él sólo articuló: “no pretenderías que la aplastase sobre la encimera, ¿verdad?”, recogiendo una mirada de asco tan profunda que zanjó la conversación.

Por fin en el sofá, los chicos estaban ahora jugando con sus móviles, Alfredo seleccionó el canal en que ofrecían el partido para descubrir que este había terminado y no informaban sobre el resultado.
Se quedó pensativo y le vino a la mente un chiste que esa tarde le habían contado y que como a buen madridista maldita la gracia que le había hecho:

“Están Sergio Ramos y Pepe en una discoteca y entran dos chicas muy atractivas, a lo que Ramos propone a Pepe:
  • Pepe, vamos a “entrarles”.
Antes de que Ramos se hubiese podido acercar, Pepe ya le había roto las piernas a una de ellas”.
  Alfredo soltó una larga y estrepitosa carcajada ante la perplejidad de su mujer e hijos.

miércoles, 4 de abril de 2012

ANATOMÍA DEL CRIMEN - Mariano Sánchez Soler (Reseñas 31)


No son muchos los estudios de novela criminal, como igualmente sobre cine negro- en castellano- con que se puede contar para consulta y estudio.
Entre los primeros: el clásico de Julian Symons, el trabajo de Roman Gubern, el útil diccionario de Javier Coma, el poco conocido de Juan del Rosal, el estudio sobre el policial español de J.F. Colmeiro, los clásicos de Salvador Vázquez de Parga , la recopilación de ensayos de la Universidad de Granada ... pero todos ellos están descatalogados e inencontrables en librerías de ocasión; recientemente la traducción del estudio de P.D.James, el compendio de novela negra de Héctor Malverde y las excelentes ediciones de las Actas de los Congresos de Salamanca de Alex Martín Escribá y Javier Sánchez Zapatero aportan datos actualizados u otra perspectiva sobre el género. En lo que se refiere al cine encontramos, sin ser exhaustivo,: el estudio de José María Latorre y Javier Coma, los de Antonio Santamarina, el de Antonio José Navarro sobre el “giallo”, el de Alain Silver & James Ursini...
Este libro de Mariano Sánchez, un autor que nos tiene acostumbrado a pulsar distintas cuestiones desde su comprometida perspectiva- novela y relatos negros,ensayos históricos sobre la transición, etc- constituye un complemento indispensable y actualizado.
Un trabajo que nos sumerge en los clásicos de la novela negra: Hammett, Chandler, Thompson, Himes, Westlake, Fuller y McBain dejando en un segundo plano a otros que aun con un currículum excepcional o “hacedores de best-sellers” en otros casos no adquieren esa categoría que Sánchez Soler adjudica a los primeros y cuyas prioridades comparto.
El cine negro es revisado con una lupa especialista que nos hace verlo en su auténtica dimensión, siendo de gran interés la disección y valoración sobre el cine negro español.
El autor dedica un interesante capítulo al apartado criminal, aun más lleno de ambigüedades si ello es posible, de la novela de espías.
Pero Mariano no podía cerrar su libro sin traernos a nuestros autores próximos; desfilan por ese apartado: García Pavón, Andreu Martin, González Ledesma, Juan Madrid, Vázquez Montalbán y todos esos autores, entre ellos él mismo, que han hecho o están haciendo una labor fundamental para que el género negro español brille y sea tomado como referencia en otros países.
Un jugoso libro, se lee de un tirón y en él se descubre cómo empezó todo y hacia dónde va el género.
Enormemente documentado, ameno e imprescindible.

viernes, 23 de marzo de 2012

SI GRITA, SUÉLTALE – Chester Himes (Reseñas 31)


Chester Bomar Himes (Missouri 1909- Moraira (Alicante) 1984) es uno de los autores norteamericanos de literatura militante.
Su serie de Harlem y sus personajes Ataud “Johnson” y Sepulturero “Jones” dos policías negros, como su autor, que defienden en su barrio la “ley de los blancos” a su manera, constituyen una novelística singular en el género criminal. Una literatura de la “negritud” con unos personajes desquiciados, sometidos, ridiculizados hasta el sarcasmo por su autor; pero con un fondo racial insuperable.
Sus historias policiales no muestran crímenes en Harlem, fotografían, mejor radiografían ese barrio de Nueva York en dónde ocurre todo lo que puede pasar en una sociedad enferma: asesinatos, timos, robos, tráfico de drogas, prostitución... con la característica de que todo es negro, “lo blanco” no existe y sí aparece como referencia en las exclamaciones que a veces suelta uno de los “polizontes”, al hablarles de normas o principios; ”basura blanca” responden a la vez que reaccionan de manera expeditiva.
En “Si grita, suéltale”, primera novela del autor, escrita en 1945, Himes nos cuenta la historia de un joven negro “Bob Jones” al que el color de su piel le sirve de distintivo.
En plena II Guerra Mundial ante la escasez de mano de obra se produce una pérdida de escrúpulos raciales y los negros son incorporados a todas las actividades bélicas, de modo que nuestro protagonista se encuentra trabajando, en los astilleros de Los Ángeles, comocapataz de una cuadrilla de hombres de su raza, en la remodelación de buques mercantes para convertirlos en barcos de guerra.
Unas relaciones de producción marcadas por el racismo en donde la historia se convierte en denuncia social, en donde la “negritud” es agotada en todos sus planteamientos y que hace decir al personaje que “aprendió la misma historia que los blancos y los conceptos de libertad, igualdad y fraternidad no hacían distinción de color”
Dura, muy dura y densa esta primera novela de un hombre que fue condenado, por atraco a mano armada, a veinte años de cárcel, que la escritura le ayudó a salir de un mundo asfixiante, que no fue reconocido literariamente en su país hasta que en Francia se le consideró uno de los grandes autores norteamericanos del siglo XX.
Después de residir en Francia(1953-1969), se asentó en el levante español hasta su muerte el 12 de noviembre de 1984.

domingo, 18 de marzo de 2012

PREDATOR- Patricia Cornwell (Reseñas 30)


Los trabajos de la autora en las oficinas del forense de Maryland le han dado suficiente experiencia y conocimiento de casos y procedimientos para hacer brillantes exposiciones de medicina legal en todas sus novelas.
Sus personajes: la Dra. Skarpeta experta forense, Pete Marino un ex policía con mucha experiencia y olfato y su sobrina Lucy, supermillonaria propietaria de la Academia Civil de Medicina Forense, cuyo hobby es investigar casos ; todos ellos forman un equipo que comparte actividades con otros personajes , funcionarios o no de la Administración en investigaciones varias.
Desde muy antiguo la sociedad ha intentado detectar el mal en el interior de los individuos para una vez descubierto y localizado eliminarlo o impedir que se produzca su eclosión.
Para ello estableció teorías que hacían correspondense el aspecto físico y su tendencia al delito: la forma del cráneo, la implantación de las orejas, la expresión de los ojos, el crecimiento del pelo, la corpulencia y toda una serie de datos antropométricos; más tarde fueron los cromosomas; posteriormente el estudio mental y últimamente, vía distintos sistemas de escáneres, las circunvoluciones del cerebro. Todo lo anterior debería servir de base para localizar el fallo y lobotomizar al individuo. Ello permite llegar a una sociedad “ideal” de dóciles individuos que constituyen un perfecto rebaño para quienes se consideran sus pastores.
El pobre, el marginado, el diferente constituyen la cepa del delincuente; siempre según pautas desarrolladas por los que ejercen el poder (no necesariamente político) para separar y marcar hacia dónde hay que buscar cuando se produce la ruptura del “status quo”.
Parece claro que los métodos de investigación modernos a lo que sí pueden ayudar es a la detección de lesiones y enfermedades ocultas para complementar los antiguos sistemas de investigación de los mismos y mejorar la vida de los afectados.
La novela invita a plantearse lo anterior cuando nos narra el proyecto que da nombre al título: consiste este en analizar, para la ciencia, cómo es el cerebro de ciertos asesinos que repiten su comportamiento. Como vemos el tema de los asesinos en serie constituye un filón para escribir novela criminal; principio compartido con las, no tan recientes, malas novelas de espías desarrolladas a lo largo de la “guerra fría” en que la amenaza terrorista era la “fuente del mal”.
Tras muchos enrevesamientos y una serie de asesinatos con una cierta firma, que sólo un tarado consideraría suicidios, el grupo investigador nos da una solución totalmente “traída por los pelos” en que la respuesta, en relación con los personajes, me parece artificial al “rizar el rizo, rizando”.
Menos mal que Patricia Cornwell nos deja la puerta abierta a posteriores casos en que: la relación de la Dra. Skarpeta con el Dr. Benton, de Marino con Wanger y la enfermedad y conducta de Lucy nos sigan enredando para seguir comprando sus novelas.
Después de leer "Predator" mi opinión sobre la calidad de las últimas novelas de P. Cornwell ha descendido considerablemente comparándolas con la frescura que atrapaba en: “Postmorten”, “La Jota de Corazones”, “Cruel y Extraño” y “La Granja de Cuerpos”


martes, 13 de marzo de 2012

NEGRO, ROJO Y AZUL - Sergio Coello (Ensayo 12)


Hemos convenido en colgarle la etiqueta negra a un género literario y cinematográfico que explica mejor que ningún otro las luces y sombras de la marcha del mundo a lo largo de los últimos cien años. Me refiero a esa narrativa y ese cine que hablan del abuso de poder sobre el más débil; que no es siempre el más pobre, como se tiende a pensar, sino el que tiene menos armas para defenderse. Y que denuncia el sexo como negocio y la violencia como recurso generalizado para llegar a la meta antes que el resto de los corredores. Desde luego, nada que no hubieran contado antes las tragedias griegas de Esquilo o los dramas de William Shakespeare, aunque se le añadieron el vértigo de los rascacielos de cristal y acero, la belleza de las luces de neón y la música de saxo, el giro vertiginoso de las ruletas en los casinos, la fascinación por unas mujeres que besan con las uñas y ese respeto miedoso hacia tipos de hielo que argumentan sus causas con armas del nueve largo.
El invento tuvo dos padres políticamente incorrectos y heterosexuales; Samuel Dashiell Hammett y Raymond Chandler y a ellos les debemos el tremendo aliento poético de unas metáforas geniales sobre el hombre y el crimen, cierta ética rabiosamente personal y aquellos magistrales diálogos, brillantes y afilados como la punta de diamante de un cortavidrios.
Detrás de Hammet y Chandler ─dos grandes autores de la literatura universal despreciados por esos exquisitos que se deleitan con cierta literatura con conciencia social más falsa que un billete de cuarenta y dos euros─ vinieron todos los demás. Claro que casi ninguno llegaría tan lejos. Entre la novela “El sueño eterno” y la trilogía cinematográfica de “El padrino” hay a disposición de la gente una inmensa colección de libros y películas que explican las reglas del juego por las que se rige nuestro mundo, en general ─y España, en particular─ bastante mejor que ciertos libros de Historia de última hora, que vienen a ser todos un mismo cuento de ficción titulado “Nosotros, los buenos y ellos, los malos”.
Cada vez que abrimos hoy un diario de tirada nacional para leer a sus columnistas; cada vez que encendemos la televisión de cualquier cadena para sufrir uno de sus telediarios, algún debate de actualidad o un documental sobre el pasado lo que se nos muestra es pura chatarra ideológica, una mezcla oxidada de sectarismo y banalidad moral.
Esta moderna ola de linchamientos verbales contra el otro que se ha impuesto por tierra, mar y aire tiene mucho de foco mental infeccioso; de cepa de virus contra el sentido común y la inteligencia básica, dos cualidades imprescindibles para que un ciudadano ejerza realmente la libertad.
Hay tantas campañas ─y contracampañas─ ametrallándonos desde los medios, tantas consignas de adoctrinamiento disfrazadas de titulares de prensa, que ya se nota la subida de temperatura en el cuerpo social. Esta especie de calentura no es exactamente la de aquellos tiempos gangsteriles en los que imperaban la ley seca y las matanzas del día de San Valentín pero recuerda bastante a la fiebre alta que aparece cuando el organismo nos anuncia alguna enfermedad seria.
Nos habían contado que la Transición era la vacuna perfecta contra la vieja enfermedad española del guerracivilismo mental pero no era cierto. En realidad, el consenso consistió en sustituir a los médicos por químicos encargados de incubar los microbios a largo plazo.

martes, 21 de febrero de 2012

UN LUNES DE CENIZA (Relatos 25)


El lunes por la mañana, cuando llegó antes de las siete de la mañana, como de costumbre, Don Asciclo a su Parroquia de Nuestra Señora del Señor del barrio de Nazaret, encontró en el soportal, junto a la entrada, un oscuro bulto que tenía el aspecto de un ser humano. 
Al acercarse le pareció que otra vez Fulgencio se había excedido con la bebida y estaba durmiendo la “mona”. A Don Asciclo le sorprendió, porque todos los días a esa hora el mendigo ya había recogido sus pertenencias y estaba presto a ocupar su lugar antes de misa de siete.
Le habían llegado noticias de que Fulgencio fue en los buenos tiempos- tan lejanos ya como para recordarlos buenos por comparación- un pequeño empresario al que las cosas le empezaron a ir mal un día y luego todo siguió a peor, como si una mano onerosa hubiera golpeado la primera ficha y el efecto dominó transmitiera ese derrumbe a todas las demás en fila india, tirando por tierra el equilibrio de su existencia. Los bancos le habían arruinado y quedándose con su casa, hipotecada por necesidades del negocio, le habían puesto en la calle. Poco antes, también había perdido a su mujer que, sintiéndose incapaz de soportar una vida más sacrificada había encontrado, a sus cuarenta y cinco años, una tabla de salvación en forma de agente de seguros, un rescatador de náufragos pertenecientes al mal llamado sexo débil que, ya se sabe, es especialista en agradecerle de mil formas distintas el rescate a su salvador.
Con cincuenta y dos años Fulgencio se había convertido en un “sin techo” y llevaba siete ejerciendo la mendicidad a la puerta de la iglesia, subsistiendo de las magras limosnas de sus feligreses.
Se había establecido una relación mínima que el párroco consideraba un mal menor, el mendigo mantenía una cierta higiene, era cortés con sus ovejas y no daba escándalos cosa que él, por el prestigio de su parroquia no consentiría. Al aproximarse observó que Fulgencio mostraba un aspecto extraño; venciendo su repugnancia se atrevió a tocarlo y notó una rigidez mortal.
Algo nervioso y asustado, Don Asciclo entró deprisa a la sacristía para avisar a la policía, no sin, antes, hacer la recomendación de: “y por favor, mucha discreción”.
Un coche camuflado y una ambulancia aparecieron de inmediato; no en vano la comisaría estaba a escasos doscientos metros, y enseguida cubrieron el cuerpo en espera del juez, con lo que todo pasó desapercibido.
La misa de siete, se dijo con un poco de retraso, pero sin afectar al oficio y sin mención, por parte de Don Asciclo, del triste suceso. Al asomarse a la puerta, después de la función religiosa, no quedaba huella alguna del hecho: policía, ambulancia y juez, habían desaparecido; sólo el vacío dejado por Fulgencio rompía la monotonía tras siete años.
Por la tarde un inspector de policía le informó que Fulgencio había sido asesinado y dado que él era la persona que, indirectamente, había tenido más relación y a la vez la más afectada, por la proximidad de los hechos, le diese a conocer aquello que supiera sobre el vagabundo; Don Asciclo se limitó a narrar la única información que poseía de su malaventurado “inquilino” y el inspector se marchó no sin dejar al pastor algo confundido y preocupado, porque ¿quien podría querer matar a Fulgencio?.
Pasaron varios días y el viernes a las cinco, como de costumbre, Don Asciclo se instaló en el confesionario para recomendar el regreso al buen camino de las ovejas descarriadas.
Doña Honorata rompió el fuego de la tarde y tras autoacusaciones de desavenencias con vecinos y familiares, consecuencia de una muy escrupulosa conciencia, fue absuelta con una ligera penitencia.
Doña Eduvigis era un mar de llanto cuando cayó de hinojos:
  • Ave María Purísima, dijo en un hilo de voz.
  • Sin pecado concebida, hija, contestó Don Asciclo.
  • Padre, he matado a Fulgencio, dijo lapidariamente la anciana
  • La habitual somnolencia que a Don Asciclo le atacaba ante doña Eduvigis se transformó en una inyección de adrenalina.
  • ¿Qué has dicho? Repite, ¿qué has dicho?
  • Entre hipidos, Eduvigis repitió la confesión: “HE MATADO A FULGENCIO”
  • Pero...?
  • Padre, usted sabe que desde que Fulgencio llegó a la parroquia yo siempre le ayudé, me producía lástima, y le proporcioné cuanto pude. Le dí toda la ropa de mi Mariano, que en paz descanse, en muy buen uso y yo lo vestía y alimentaba, amén de las limosnas que le daba, que algunas de ellas eran para vicios- tabaco, alcohol...- yo hacía la vista gorda a sus debilidades. Pero la llegada al barrio de esa...arpía...Gregoria
  • Hija, caridad cristiana... ¿qué tiene que ver doña Gregoria en esto?
  • Sí, esa vieja que llegó hace seis meses, descubrí en seguida que había puesto sus ojos en Fulgencio y con sus limosnas y zalamerías estaba consiguiendo que el pobre, que mí pobre le dedicara unas atenciones impensables...incluso alguna vez le cogía la mano para ponerle el dinero en ella. Una “lagartona”, lo que es y me estaba robando mí pobre, desde mí ventana yo veía como lo iba ganando para ella. Por eso ayer no pude más, después de verlo saludarla con mucha amabilidad y alegría después de misa de doce, me propuse acabar con aquello. Anoche, aprovechando que era oscuro y hacía frío salí con una taza de caldo, en que previamente había puesto matarratas, y se la ofrecí a Fulgencio para que entrase en calor. Se lo bebió todo de un tirón, y con lágrimas en los ojos me dijo: “Dios se lo pague, doña Eduvigis”, yo me limité a decirle: “Buenas noches Fulgencio”. Me marché a casa, a Fulgencio ya no me lo robaría nadie.






viernes, 17 de febrero de 2012

NADIE VIVE ETERNAMENTE - William R. Burnett (Reseñas 29)


William Riley Burnett es el autor de los pandilleros, de los gángsteres venidos a menos que están en el declive de su trayectoria; nos muestra hombres que, próximos a los cuarenta años, han ido dejando paso a otros más jóvenes o más agresivos que ellos y han sobrevivido a los tiempos duros.
En esta novela situada en el San Francisco de 1942, en plena Guerra Mundial, un grupo de hampones en la miseria capitaneados por “Doc” Ganson, un drogadicto, conciben un golpe en la persona de la adinerada viuda de un industrial.
Pero “Doc, que un día fue elegante, no reúne el atractivo suficiente para conquistar a la dama en cuestión y sólo ha conseguido reunir información sobre la misma a través de un antiguo compañero de colegio, charlatán impenitente, que actualmente es el encargado de hotel en que ella se aloja.
Por tanto se impone buscar un “conquistador” que haga el trabajo duro.
En la ciudad aparece Jim Farrar, un antiguo gángster, atractivo para las mujeres y elegante que quiere apartarse del “negocio”, a quien “Doc” cree posible convencer para que haga el trabajo.
Lo que sucede es que Jim es demasiado inteligente y no está dispuesto a dejarse enredar sin una contraprestación adecuada y sólo si él está al mando del trabajo; en cuyo caso pagaría a cada uno de los participantes diez mil dólares, siendo el resto para él.
Ante la opción, diez de los grandes o nada, todos aceptan y Jim se pone en marcha.
Johnny, el abogado de Jim, cree que para que este último se tome interés en el negocio debe tener a su lado a Tony, su antigua chica, “que lo animará y le hará resurgir”.
Lo que se inicia como una buena red para “desplumar” a Gladys, la millonaria viuda, se va convirtiendo en una trama que poco a poco se va enredando en unos hilos: cariño, despecho, lujuria,ambición, debilidad...que en determinados momentos tensan la situación de tal modo que se augura la ruptura.
Con esta historia Burnett nos enlaza y nos va aproximando hacia una vorágine en que sus personajes van mostrando facetas que oscilan entre el heroísmo y la canallada.
Una magnífica novela que el autor de “Little César” y “High Sierra” nos regala a sus lectores.

jueves, 9 de febrero de 2012

¿ENCUENTRO? (Relatos 24)


Preámbulo

Entre brumas se percibe una mujer, que unos metros más allá, se aleja mientras es observada, en escorzo, por otra mujer, de cabello castaño con mechas, cuyas sensaciones no nos es permitido adivinar. El punto de vista de la foto nos hace ignorar si aun viendo el rostro de la observadora obtendríamos sensaciones o veríamos la imagen de una esfinge.

Como todos los lunes Clara y Alba se reunían en la cafetería Doña Blanca ubicada en la calle Virgen de la Luz, la hora solía coincidir con las siete de la tarde y ante un café y una infusión celebraban su particular rito solidario.
Ambas eran hermanas, viéndolas por separado podían pasar por la misma ya que coincidían en: aspecto general, edad muy próxima e incluso el modo de andar, rotundo firme y rápido.
Clara la mayor rondaba los treinta y ocho y su pelo recogido en un tono caoba a mechas dejaba ver un rostro limpio y terso con una nariz algo respingona y una boca delineada y firme; Alba, con dos años menos que su hermana era una imagen especular de ella, el cabello más corto y oscuro,  una nariz  más larga, sin resaltar y ese carácter familiar que los labios de ambas mostraban. Hasta que Clara se casó ambas hermanas compartían indumentarias, por lo que la confusión podía ser más fácil al ir embutidas en una ropa informal y juvenil.
La reuniones tenían como objetivo un intercambio de información. Mario, el padre de ambas, viudo desde hacía un par de años había sufrido un “ictus” el año anterior por lo que permanecía disminuido en su casa precisando cuidados.
Durante la semana era atendido por una señora que estaba como residente, pero los fines de semana las hermanas se turnaban en el cuidado y atenciones al padre siendo el lunes el día de informarse entrambas.
La conversación, una sarta de comentarios comunes sobre el estado de salud y las atenciones requeridas, dejaba colgar latentes los reproches: ¿por qué si Alba estaba soltera no vivía con el padre?, ¿por qué siempre que le tocaba a Clara cuidar de él había algún compromiso ineludible que la obligaba a pedir cambio de turno con la consiguiente negativa de Alba?, ¿era más importante la necesidad de Clara de atender a su marido que la disponibilidad de Alba de su tiempo personal, habida cuenta que ambas trabajaban?.
Cuestiones que sin subir a la superficie ocupaban el espacio de tantos y tantos silencios pensativos.
Tras el café, un roce de mejillas señalaba el momento del fin de la entrevista hasta el próximo lunes.
A contraluz los andares de Alba alejándose despertaban en Clara un sentimiento de frustración mezclado con un fuerte sabor a fracaso.


miércoles, 25 de enero de 2012

TURBULENCIAS (Relatos 23)


Voy al trabajo y una sonrisa confusa se extiende en mi cara, la vida arroja sorpresas que nos hace amarla cada día más.
En los doce años que llevamos casados, Irene ha sido un contrapunto a mi natural precipitado,inquieto y activo, proporcionándome calma quietud y placidez de modo que mis llegadas a casa eran sumergirse en un remanso de paz.
Irene trabaja desde hace dos meses en un bufete de abogados y por una causa u otra se ve obligada a trabajar hasta muy tarde, de modo que llega a casa agotada y tras cenar se marcha a la cama de tal modo que cuando, tras retirar y revisar todo, llego al dormitorio duerme profundamente estando sus ropas desparramadas por el cuarto de baño.
Anoche tras recoger sus ropas y ver que está renovando su lencería la encontré, como últimamente, dormida de cara a su lado; yo también caí cansado, había tenido un día agitado en el trabajo.
Entre sueños percibí que se aproximaban a mi espalda, era el cuerpo de Irene que se ajustaba a mí y suavemente comenzaba a acariciarme. Sin mediar palabra, se subió a horcajadas sobre mí y sentí su calor húmedo, a la vez que albergaba mi miembro en ella; instantáneamente me desperté como un centinela.
Inició un balanceo hacia adelante y atrás a la vez que me insertaba en su placer. Sus pechos liberados de ataduras quedaban a la altura de mi boca y mis manos comenzaron a amasarlos intentando hacer uno el ritmo de mis caricias con su lento trotar.
Poco a poco el suave trote fue convirtiéndose en un galopar rítmico y exigente, mis labios buscaban con avidez sus duras y rojas cerezas.
Para cuando empecé a sentir el fuerte rugir de nuestras respiraciones mi boca ocultaba y mordisqueaba la suya a la vez que mis manos no soltaban sus pechos.
El ruido entrecortado surgió de algún sitio entre nosotros y fue “in crescendo” hasta convertirse en una explosión de gritos, jadeos, llantos y suspiros.
Su mirada comenzó a enfocar de nuevo y yo me vi, pequeño y acalorado bajo ella.
Antes de que pudiésemos decir algo el estridente sonido del despertador nos sacó de nuestro ensimismamiento para devolvernos a nuestra realidad.
El afeitado, la ducha, hacer la cama corriendo, tomar un café y salir pitando todo fue uno.
Esta noche, cuando llegue a casa, hablaremos...

Los airados e insistentes toques de claxon tras de mí me arrojan a la cara que el semáforo ya está en verde.

jueves, 19 de enero de 2012

BASTILLA-TANGO – J.François Vilar (Reseñas 28)


En los años 80 del siglo XX, en que las convulsiones políticas en Latinoamérica se mezclan con la demolición del antiguo París- en una maniobra de especulación urbanística mezclada con una “recuperación para reconstruir” lugares de indudable atractivo histórico- Jean François Vilar nos acerca a una historia que oscila entre la paranoia, la realidad y un imaginario porteño que recorre los alrededores de la zona de la Bastilla.
Víctor, un fotógrafo “free-lance” que mantiene una relación con una mujer argentina- Jessica- nos va contando los sucesos en que se ve inmerso como consecuencia de la apertura del juicio, en la República Argentina por el gobierno de Raúl Alfonsín, a los imputados por torturas cometidas en los tiempos de la Junta Militar.
A partir del Informe Sábato y a instancias de las Madres de Mayo y familiares de “desaparecidos”, se va a abrir el juicio y se espera que regresen de París una serie de afectados a declarar contra sus verdugos.
En un ambiente- excelentemente contado por Vilar- cerrado, de “ghetto político”, de retroalimentación de los inmigrantes con sus costumbres, su arte, sus pintadas, sus fiestas; la historia que el autor va desgranando es densa, celosa de adelantarse a los hechos, con un ritmo y un tempo medidos, como en un tango en que la conjunción y el sentimiento están por encima de la música que suena alrededor.

El lector, al finalizar la lectura, piensa que ha sido todo un sueño o que no ha logrado dormir plácidamente desde que inició el relato.

sábado, 14 de enero de 2012

LOS TONTOS DEL PUEBLO ESTÁN DE NUESTRO LADO - Ross Thomas (Reseñas 27)


Con un título sacado del “Huckleberry Finn” de Mark Twain, Thomas nos narra a través de una increíble y vitriólica historia el desarrollo, con creces, de la expresión “antes de mejorar, todo ha de empeorar” en una ciudad de la costa sureña de Estados Unidos.
La historia de Lucifer Dye extraída, con alguna menos delicadeza que Twain y bastante más mordacidad que Dickens, de cualquiera de los cuentos de nuestra infancia se convierte en el hilo conductor de una novela picaresca del siglo XXI aunque escrita en el siglo anterior.
Preparar unas elecciones en la ciudad, convirtiéndola previamente en una comunidad moderna  pero controlada, es la historia que el autor describe con fluidez.
 Por la novela desfilan todas las fuerzas vivas que es posible hallar en el planeta: servicios secretos, ejércitos de liberación, banqueros, dueños de periódicos, médicos, policías, alcaldes, empresarios, gángsteres, prostitutas, pastores, periodistas, mitómanos- quizá los más peligrosos de todas las versiones existentes-, militares, tramposos de toda la laya; todos con el objetivo común del dinero y, consecuentemente, el poder como fin, el cual siendo perceptible resulta en determinados momentos de la trama complicado de descubrir.
Una novela, diría que muy inteligente, desenfadada, corrosiva y que una vez iniciada, con estupenda construcción en la que los “flash-back” aderezan el ahora, se lee con avidez.