jueves, 7 de junio de 2012

RAY BRADBURY AL CALOR DE LA LUMBRE (Ensayo 13)

No me gusta hacer epitafios, es más no quiero hacerlos.
Cuando un autor, músico, cineasta, dibujante, guionista o persona que ha influido en mí cruza el “rubicón”, una parte de mí se va con ella.
Decirle adiós a Ray Bradbury (1920- ayer) es despedir a más que un autor Maestro de la Ciencia Ficción de los 50.
Bradbury fue un poeta, un poeta que se inició escribiendo en prosa historias de terror. Si en esa primera etapa estuvo muy influido por H.P.Lovecraft no perteneció a los discípulos del caballero de Providence.
Bradbury era un autor de relatos, de historias cortas, de pinceladas poéticas en las que nos avisaba de dónde estábamos y hacia dónde íbamos. Un autodidacta que consiguió estar junto a los mejores de la Narrativa Fantástica de todos los tiempos por sus historias sobre: la colonización de Marte, sus fábulas llenas de fantasía, su novela Fahrenheit 451- temperatura a la que el papel entra en ignición-, convertida en una excelente película de François Truffaut o sus historias sobre el hombre tatuado que nos permitía  conocer lo que cada tatuaje decía.
Quizá haya sido el autor de Fantasía Científica más conocido por quienes nunca se asomaron al género, fue afortunado por gozar de una crítica favorable por parte de los que sólo han sido adictos al “mainstream” y la “literatura culta”.
Siempre recordaré el primer cuento de Bradbury que leí; se llamaba “El Paseante”,  y me produjo una sensación de miedo por su inquietante realidad. “Un hombre camina tranquilamente por una gran avenida transitada sólo por automóviles a altas horas de la noche y es detenido e interrogado por unos policías ya que el hecho de pasear en la ciudad  supone una poderosa razón para ser considerado sospechoso”.
En su libro de relatos “Memoria de Crímenes” hace una incursión en la novela criminal para contarnos historias duras, pero cargadas de poesía.
Bradbury llevaba ya muchos años sin escribir, lo último era un libro de relatos de fantasía publicados en 1998; el tiempo de los grandes de la Ciencia Ficción clásica había pasado, la fiebre Tolkien con sus múltiples corrientes recuperando el subgénero de “espadas y brujería”, la mayoría de una calidad nefasta, barrieron de las librerías y editoriales las corrientes en boga e hicieron pensar, a la vez, que: Clarke, Asimov, Pohl, Heinlein, Bradbury, Silverberg, Kornbluth, Hoyle, Herbert o Dick nunca habían existido.
Por eso no quiero hacer epitafios, sólo busco recuperar a esa gente que nos enseñó a soñar a través de su arte: relatos,”riffs”, secuencias, grafismo o historias.  

2 comentarios:

  1. EXTRAPOLADORES
    Como describe con gran acierto José Diego, yo ─que he leído mucho─ soy uno de esos que apenas han pasado de “las cuatro letras” en el género de la Ciencia-Ficción. Julio Verne, Isaac Asimov, Arthur C. Clarke, Aldous Huxley, George Orwell y Richard Matheson, además del genial Ray Bradbury, claro, y pare usted de contar.
    Bueno, también tendría que incluir a Apolonio de Rodas que nada menos que en el siglo III a.C., en su clásico griego Argonáuticas, ya enfrenta a Jasón con el primer robot literario de todos los tiempos: Talos, el gigante de bronce que protegía las costas de la isla de Rodas de los marinos invasores. Y coincido con José Diego en preferir también este Bradbury extrapolador de nuestros mundos de ahora en sus geniales relatos cortos. A mí también me fascinó, hace muchos años, ese cuento llamado “El paseante” ─que con el título de “El peatón”─ publicó la revista Triunfo, a principios de los setenta, en un número especialmente dedicado a la Ciencia-Ficción. Recuerdo que aparecía junto a “Los cangrejos caminan sobre la isla” de Anatoli Dneprov. “El peatón” es uno de las más hermosas e inquietantes historias de terror que se han escrito nunca. No es, simplemente, verosímil; es el término extrapolado de una serie algebraicamente social cuya ley resulta inevitable y fatídica; la derrota de la libertad frente al poder con el transcurso del tiempo. Caminar a pie, lucir otro color de piel, hablar otra lengua, creer en otros dioses, pensar de otra manera; todo es lo mismo: el individuo frente al redil. El signo diferencial es lo de menos.

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  2. Gracias, Sergio, el título del relato era, como bien dices, "El Peatón" y has reflejado las sensaciones que la historia transmite. El relato de Dneprov, con una sucesión de cangrejos "autorreplicándose", valga la expresión, es también otro de los relatos de Ciencia Ficción que no se olvidan nunca.

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