domingo, 25 de agosto de 2013

ANSELMO (Relatos 32)


Anselmo siempre había creído en la vida eterna; mejor dicho creía en la VIDA ETERNA- con mayúsculas- y toda su vida estaba orientada hacia ella.
Desde que dijo por primera vez: “creemos ...y en la vida eterna, amén” descubrió que ese acto de fe iba a marcar la trayectoria de su vida y que no sería feliz mientras no accediese a la vida eterna.
Por ello no se sorprendió al encontrarse ante un señor mayor, calvo, entrado en carnes, vestido con una túnica  inmaculadamente blanca y de cuyo cinturón colgaba un inmenso aro del que pendían innumerables llaves. El citado caballero, se encontraba ante una puerta, de cuarterones blancos reluciente cual recién pintada, dando toda la impresión de que su misión era custodiar su acceso.
Anselmo no se planteó la prosaica pregunta de qué hacía él allí a sus treinta y nueve años y por qué causas había sido citado a comparecer ante el “guardián”; era tal su obsesión, sana como todo lo que había hecho en su vida, que veía la VIDA ETERNA al alcance de la mano.
Se identificó y el “gordito” le abrió paso no sin antes pulsar un timbre. Al instante aparecieron dos jóvenes cuya túnica mostraba un poder de blancura desconocido para Anselmo; y eso que él se ufanaba de conocer los blancos “nucleares” de la publicidad. Fue escoltado hasta una especie de barracón en dónde le suministraron su correspondiente túnica y unas sandalias, algo antiguas le parecieron, pero daban el avío.
Anselmo se encontró, de inmediato, solo y se puso a pasear por aquel lugar silencioso y atractivo.
Se cruzó con algunos paseantes, todos con sus túnicas impecables, de ambos sexos y todos mostraban un rostro asombrado pero daba la sensación de ser el aspecto habitual y él se preguntó si también tendría “cara de asombrado”. Le pareció que progresaba en su paseo cuando comenzó a ver que alguno de los paseantes llevaban unas simpáticas alas recogidas en su espalda; consideró inoportuno fijarse demasiado y prosiguió en su caminar.
Observó que un grupo de unas doce o catorce personas, con instrumentos musicales rodeaban a otra que marcaba una especie de compás. Tomó un instrumento se sentó junto a ellos y comenzó a tañirlo era...una lira o un cítara, pero no parecía difícil tocarlo y con una cierta rapidez- es necesario hacer notar que los conceptos “lentitud o rapidez” no tienen sentido alguno en el lugar dónde Anselmo estaba- se empezó a detectar una cierta ilación entre los sonidos que obtenía y los que sonaban en conjunto.
Empezaba a tomarle gusto al asunto cuando “el gordito” le tocaba en el hombro.
-        Disculpe, creo que se ha cometido un error y está aquí en lugar de otra persona.
-        ¡Pero hombre! ¿Y ahora qué pasa ?
-        Simplemente volverá al lugar de dónde ha venido y no recordará nada.; pase por vestuario le devolverán su ropa y entregará el uniforme de bendito.

Anselmo se encontró en el cuarto de baño de su casa, sentado en el retrete y con el vientre algo revuelto. Meditaba, en semejante postura, y se preguntaba si realmente sería tan interesante la vida eterna llegando a la conclusión de que podrían haber otras cosas interesantes en la vida.
Dos años más tarde, Anselmo aprobaba, con sobresaliente, la oposición a primera cítara en la Banda Municipal de Música de San Martín de los Vueloaltos.

jueves, 22 de agosto de 2013

EL BAILE HA TERMINADO Julián Ibáñez (Reseñas 42)

 

Con esta novela, el autor santanderino consiguió el Premio Internacional de Novela Negra L´H Confidencial 2009, uno de los mas prestigiosos que se conceden en nuestro país.
Hablar de Julián Ibáñez es referirse a uno de los puntales que la novela negra española mantiene en sus cimientos.
Su estilo, directo, sin concesiones, con austeridad en el lenguaje le convierte en un autor a tener presente siempre que se desee leer una buena novela negra. Sus personajes son irrepetibles, nada de sagas, trilogías ni series; ellos nacen y mueren en la historia, aunque a veces nos parece identificar un tipo melancólico, inseguro, aunque aparente lo opuesto, y siempre buscando una verdad que no suele coincidir con la suya.
En “El baile ha terminado”, Ibáñez nos implica, desde el principio, en el seguimiento de una chica de veinte años que se traslada en tren desde Valencia a Bilbao. Su perseguidor, un agente del GLF (Grupo de Localización de Fugitivos) de la Policía Nacional nos va narrando en primera persona su deambular tras una persona sobre la que no tiene información ninguna ni por qué es objeto de seguimiento.
En una atmósfera kafkiana, Ruano, el protagonista, va tras Rafaela y esta se comporta con tal naturalidad que: o sabe que es seguida o contribuye a despistar aun mas al policía. Como la llegada de ambos a Bilbao no ha pasado desapercibida, el perseguidor se convierte de inmediato en perseguido.
Una historia asfixiante, que nos inquieta cada vez mas y en la que Ruano se ve envuelto en una densa maraña que su Grupo, la Guardia Civil y la Ertzaintza van tejiendo; y él, de una manera triste, sombría y sin ilusión se mueve hacia un final que ni presiente ni imagina.
 Una novela negra clásica, que nos cuenta una historia pesimista en la que nada es lo que parece, nadie dice la verdad y en su discurrir, como no podía ser menos, ETA también hace acto de presencia para embrollar mas la situación. Añadir que, apenas sobrepasando las doscientas páginas, nos atrae irremisiblemente hasta el fondo del “agujero”.