viernes, 23 de marzo de 2012

SI GRITA, SUÉLTALE – Chester Himes (Reseñas 31)


Chester Bomar Himes (Missouri 1909- Moraira (Alicante) 1984) es uno de los autores norteamericanos de literatura militante.
Su serie de Harlem y sus personajes Ataud “Johnson” y Sepulturero “Jones” dos policías negros, como su autor, que defienden en su barrio la “ley de los blancos” a su manera, constituyen una novelística singular en el género criminal. Una literatura de la “negritud” con unos personajes desquiciados, sometidos, ridiculizados hasta el sarcasmo por su autor; pero con un fondo racial insuperable.
Sus historias policiales no muestran crímenes en Harlem, fotografían, mejor radiografían ese barrio de Nueva York en dónde ocurre todo lo que puede pasar en una sociedad enferma: asesinatos, timos, robos, tráfico de drogas, prostitución... con la característica de que todo es negro, “lo blanco” no existe y sí aparece como referencia en las exclamaciones que a veces suelta uno de los “polizontes”, al hablarles de normas o principios; ”basura blanca” responden a la vez que reaccionan de manera expeditiva.
En “Si grita, suéltale”, primera novela del autor, escrita en 1945, Himes nos cuenta la historia de un joven negro “Bob Jones” al que el color de su piel le sirve de distintivo.
En plena II Guerra Mundial ante la escasez de mano de obra se produce una pérdida de escrúpulos raciales y los negros son incorporados a todas las actividades bélicas, de modo que nuestro protagonista se encuentra trabajando, en los astilleros de Los Ángeles, comocapataz de una cuadrilla de hombres de su raza, en la remodelación de buques mercantes para convertirlos en barcos de guerra.
Unas relaciones de producción marcadas por el racismo en donde la historia se convierte en denuncia social, en donde la “negritud” es agotada en todos sus planteamientos y que hace decir al personaje que “aprendió la misma historia que los blancos y los conceptos de libertad, igualdad y fraternidad no hacían distinción de color”
Dura, muy dura y densa esta primera novela de un hombre que fue condenado, por atraco a mano armada, a veinte años de cárcel, que la escritura le ayudó a salir de un mundo asfixiante, que no fue reconocido literariamente en su país hasta que en Francia se le consideró uno de los grandes autores norteamericanos del siglo XX.
Después de residir en Francia(1953-1969), se asentó en el levante español hasta su muerte el 12 de noviembre de 1984.

domingo, 18 de marzo de 2012

PREDATOR- Patricia Cornwell (Reseñas 30)


Los trabajos de la autora en las oficinas del forense de Maryland le han dado suficiente experiencia y conocimiento de casos y procedimientos para hacer brillantes exposiciones de medicina legal en todas sus novelas.
Sus personajes: la Dra. Skarpeta experta forense, Pete Marino un ex policía con mucha experiencia y olfato y su sobrina Lucy, supermillonaria propietaria de la Academia Civil de Medicina Forense, cuyo hobby es investigar casos ; todos ellos forman un equipo que comparte actividades con otros personajes , funcionarios o no de la Administración en investigaciones varias.
Desde muy antiguo la sociedad ha intentado detectar el mal en el interior de los individuos para una vez descubierto y localizado eliminarlo o impedir que se produzca su eclosión.
Para ello estableció teorías que hacían correspondense el aspecto físico y su tendencia al delito: la forma del cráneo, la implantación de las orejas, la expresión de los ojos, el crecimiento del pelo, la corpulencia y toda una serie de datos antropométricos; más tarde fueron los cromosomas; posteriormente el estudio mental y últimamente, vía distintos sistemas de escáneres, las circunvoluciones del cerebro. Todo lo anterior debería servir de base para localizar el fallo y lobotomizar al individuo. Ello permite llegar a una sociedad “ideal” de dóciles individuos que constituyen un perfecto rebaño para quienes se consideran sus pastores.
El pobre, el marginado, el diferente constituyen la cepa del delincuente; siempre según pautas desarrolladas por los que ejercen el poder (no necesariamente político) para separar y marcar hacia dónde hay que buscar cuando se produce la ruptura del “status quo”.
Parece claro que los métodos de investigación modernos a lo que sí pueden ayudar es a la detección de lesiones y enfermedades ocultas para complementar los antiguos sistemas de investigación de los mismos y mejorar la vida de los afectados.
La novela invita a plantearse lo anterior cuando nos narra el proyecto que da nombre al título: consiste este en analizar, para la ciencia, cómo es el cerebro de ciertos asesinos que repiten su comportamiento. Como vemos el tema de los asesinos en serie constituye un filón para escribir novela criminal; principio compartido con las, no tan recientes, malas novelas de espías desarrolladas a lo largo de la “guerra fría” en que la amenaza terrorista era la “fuente del mal”.
Tras muchos enrevesamientos y una serie de asesinatos con una cierta firma, que sólo un tarado consideraría suicidios, el grupo investigador nos da una solución totalmente “traída por los pelos” en que la respuesta, en relación con los personajes, me parece artificial al “rizar el rizo, rizando”.
Menos mal que Patricia Cornwell nos deja la puerta abierta a posteriores casos en que: la relación de la Dra. Skarpeta con el Dr. Benton, de Marino con Wanger y la enfermedad y conducta de Lucy nos sigan enredando para seguir comprando sus novelas.
Después de leer "Predator" mi opinión sobre la calidad de las últimas novelas de P. Cornwell ha descendido considerablemente comparándolas con la frescura que atrapaba en: “Postmorten”, “La Jota de Corazones”, “Cruel y Extraño” y “La Granja de Cuerpos”


martes, 13 de marzo de 2012

NEGRO, ROJO Y AZUL - Sergio Coello (Ensayo 12)


Hemos convenido en colgarle la etiqueta negra a un género literario y cinematográfico que explica mejor que ningún otro las luces y sombras de la marcha del mundo a lo largo de los últimos cien años. Me refiero a esa narrativa y ese cine que hablan del abuso de poder sobre el más débil; que no es siempre el más pobre, como se tiende a pensar, sino el que tiene menos armas para defenderse. Y que denuncia el sexo como negocio y la violencia como recurso generalizado para llegar a la meta antes que el resto de los corredores. Desde luego, nada que no hubieran contado antes las tragedias griegas de Esquilo o los dramas de William Shakespeare, aunque se le añadieron el vértigo de los rascacielos de cristal y acero, la belleza de las luces de neón y la música de saxo, el giro vertiginoso de las ruletas en los casinos, la fascinación por unas mujeres que besan con las uñas y ese respeto miedoso hacia tipos de hielo que argumentan sus causas con armas del nueve largo.
El invento tuvo dos padres políticamente incorrectos y heterosexuales; Samuel Dashiell Hammett y Raymond Chandler y a ellos les debemos el tremendo aliento poético de unas metáforas geniales sobre el hombre y el crimen, cierta ética rabiosamente personal y aquellos magistrales diálogos, brillantes y afilados como la punta de diamante de un cortavidrios.
Detrás de Hammet y Chandler ─dos grandes autores de la literatura universal despreciados por esos exquisitos que se deleitan con cierta literatura con conciencia social más falsa que un billete de cuarenta y dos euros─ vinieron todos los demás. Claro que casi ninguno llegaría tan lejos. Entre la novela “El sueño eterno” y la trilogía cinematográfica de “El padrino” hay a disposición de la gente una inmensa colección de libros y películas que explican las reglas del juego por las que se rige nuestro mundo, en general ─y España, en particular─ bastante mejor que ciertos libros de Historia de última hora, que vienen a ser todos un mismo cuento de ficción titulado “Nosotros, los buenos y ellos, los malos”.
Cada vez que abrimos hoy un diario de tirada nacional para leer a sus columnistas; cada vez que encendemos la televisión de cualquier cadena para sufrir uno de sus telediarios, algún debate de actualidad o un documental sobre el pasado lo que se nos muestra es pura chatarra ideológica, una mezcla oxidada de sectarismo y banalidad moral.
Esta moderna ola de linchamientos verbales contra el otro que se ha impuesto por tierra, mar y aire tiene mucho de foco mental infeccioso; de cepa de virus contra el sentido común y la inteligencia básica, dos cualidades imprescindibles para que un ciudadano ejerza realmente la libertad.
Hay tantas campañas ─y contracampañas─ ametrallándonos desde los medios, tantas consignas de adoctrinamiento disfrazadas de titulares de prensa, que ya se nota la subida de temperatura en el cuerpo social. Esta especie de calentura no es exactamente la de aquellos tiempos gangsteriles en los que imperaban la ley seca y las matanzas del día de San Valentín pero recuerda bastante a la fiebre alta que aparece cuando el organismo nos anuncia alguna enfermedad seria.
Nos habían contado que la Transición era la vacuna perfecta contra la vieja enfermedad española del guerracivilismo mental pero no era cierto. En realidad, el consenso consistió en sustituir a los médicos por químicos encargados de incubar los microbios a largo plazo.