martes, 31 de mayo de 2016

PASAJERA A LA FUERZA (Relatos 39)



                                 
 Las primeras gotas de lluvia sorprendieron a Jafet capturando, de nuevo, a la pava.
                                                                       ***
La situación era, al menos, extraña; el trasiego que un día se inició estaba llegando a su fin.
Todo empezó cuando Noé, un hombre que hasta ese momento tenía la imagen de un patriarca serio
comenzó a hablar sólo.
Iba recorriendo el pueblo en conversaciones inaudibles que hacían pensar si no habría perdido el juicio.
A lo largo de su vida, que se extendía seiscientos años, Noé había llevado una vida ejemplar. Cierto que se había dormido un poco: a sus hijos Sem, Cam y Jafet los había engendrado a partir de los quinientos años; pero el período vivido no lo había mostrado como un orate.
Tras sus conciliábulos Noé reunió a sus hijos y manifestó:
- Esto me ha dicho Yahvé-
A continuación les contó una historia de: construir un arca de madera de ciprés con unas enormes dimensiones que habrían de alojar a Noé, su esposa e hijos y las esposas de estos últimos.
Además en el arca irán macho y hembra de cada una de las especies que pueblan la tierra.
Los vástagos, sólo tenían alrededor de un ciento de años, se limitaron a mirarse entre sí y se aprestaron a cumplir órdenes.
La construcción, por parte de Noé, de aquella mole de madera fea y extraña despertó la expectación de los habitantes del pueblo y sólo se hablaba de ello.
Para acelerar los trabajos, el patriarca había traído carpinteros y calafateadores de los pueblos cercanos y cuando el arca fue terminada fueron despedidos y regresaron  a sus lugares de origen.
Los lugareños no entendían cómo Noé y su familia trasladaban a un espacio tan primitivo sus enseres y ajuares, junto a todo lo necesario para una larga temporada y hacían chanzas y comentarios jocosos.
La gran sorpresa fue cuando al abatir la puerta de entrada inferior comenzaban a subir animales de todas las especies que Jafet, el tercer hijo de Noé, había buscado, traído y mantenido en una enorme acampada próxima a las obras.
Al ir a cerrar el arca el recuento recordó a Jafet que la indómita pava había huido de nuevo.




1 comentario:

  1. Muy interesante, esta incursión “revisionista” de un pasaje bíblico significativo por ser la primera vez que el hombre se prepara para un futuro incierto partiendo otra vez de cero. Y no por su intenso sentido del humor, que también, sino porque en él José Diego invita a los lectores de su relato a indagar en las razones que mueven a una criatura de Dios a romper con el rebaño y buscarse el futuro por su cuenta.
    En realidad, se trata de un reto a nuestra imaginación para que encontremos alguna salida/explicación a este final abierto. En la línea humorística del autor, a mí se me ocurren cuatro razones plenamente justificadas por las que la pava –pasajera arrepentida, donde las haya-- hace muy bien en renunciar a ese crucero masivo y animalista con destino a no se sabe dónde:
    1. La pava, que es muy lista, padece de vértigo y sospecha que no soportará finalizar el viaje en la mismísima punta del Monte Ararat en Armenia.
    2. La pava tiene una visión premonitoria y sospecha que es mejor morir ahogada en el Diluvio que condenar a su descendencia a ser devorada, año tras año a partir del siglo XIX, en una mesa norteamericana el Día de Acción de Gracias, entre brindis y rezos.
    3. A la pava no le gustan las guindas que presumiblemente le van a echar payos y gitanos, si por algún revés del destino acaba aterrizando en una tonadilla andaluza.
    4. La pava, en un arranque de hartazgo, inventa el ahí te quedas y deja a su pareja –el pobre pavo-- solo e impar como el número uno y obligado a lavarse las plumas por su cuenta.

    SERGIO COELLO

    ResponderEliminar