El
portillo se cerró tras él y se encontró en la calle, libre. Volvió la vista y vio
como la mirilla se cerraba también.
El
sol reflejaba una explanada de gravilla y a unos cincuenta metros se veía una
marquesina de autobús desierta a la que dirigió sus pasos.
* * *
Habían
sido siete años, siete. Siete años por estar en un lugar equivocado a una hora
errónea.
Siete
años es mucho tiempo para esperar a un padre y esposo sin recursos algunos.
También es demasiado tiempo para permanecer en una vivienda sin poder pagarla
mes a mes.
Durante
siete años se confirma que fuera ya hacía más frío que dentro. Que en la cárcel
todos los roles están distribuidos y siendo insignificante y pasando
desapercibido eres ese número que ni molesta ni inquieta, que regularmente
tiene asegurados una comida y un techo.
Las
humillaciones y abusos de dentro no son comparables a las sufridas,
encubiertamente, fuera. El poder, sin rostro y omnipresente en el exterior,
tiene faz y límites entre las cuatro paredes.
* * *
El
hombre sube el autobús que lo devolverá a la misma parada al concluir el
circuito.
Me gustó mucho todo esto, gracias moldes de inyección de plástico
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