Charlie Parker “Bird” (1920-1955) no es sólo un saxofonista de jazz- uno de los creadores del Be-Bop- y protagonista del film que Clint Eastwood le hizo en 1988 en su homenaje.
Charlie Parker es, también, el nombre con el que John Connolly (Dublín 1968) especialista en filología inglesa y periodismo, bautizó a su protagonista en 1999 para darnos “Todo lo que Muere”.
"Bird", como le llaman sus ex-compañeros de policía de Nueva York es un hombre que arrastra una culpa-como tantos otros protagonistas de las novelas del género- un alcohólico que se considera culpable de no haber podido impedir el horrendo asesinato de su esposa y su hija de 3 años mientras él estaba en una taberna.
“Todo lo que Muere” es una novela de la desmesura: de la soledad insoportable, de los asesinatos horripilantes, de las víctimas de una violencia incontrolada, de la desesperanza más absoluta en la amistad.
Connolly golpea fuerte con esta novela, castiga donde duele y nos acompaña, cual Virgilio, en los infiernos de New York y New Orleans en busca de ese Viajante cuya mercancía es la desaparición del género humano mostrada a través de sus símbolos.
El desasosiego, el terror sin cara, la podredumbre de las ideas salen a la superficie, como los caimanes en las lagunas de Louissiana, con un afán depredador sin límites.
Si algún habitual lector de novela criminal creía encontrarse a salvo, esta novela le arranca definitivamente la careta y le dice que no está realizando una actividad inocente.
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