que sueña eternamente en las vastas criptas
de R´lyeh, se levantará para hacerse con la
Tierra de nuevo.
El Necronomicón ( Abdul Al Hazred s.VIII)
El dos de febrero amaneció en Marbon (Condado de Maine) con una llovizna que a lo largo del día cobró intensidad y venció los infructuosos intentos del Sol de brillar.
La feria había teminado, las distintas atracciones ya habían abandonado el recinto, quedando como una lúgubre muestra, con sus perfiles oxidados y sus horribles pinturas en carne viva que despertaban el asco y el miedo a partes iguales, el Tren del Infierno.
Sus propietarios, Harold y Spencer aguardaban algo, una señal para levantar el campo.
Harold, gordo, malencarado y de andar anadeante se ocupaba de la taquilla y el control eléctrico del tren; Spencer, flaco, de rostro patibulario y considerable altura se embutía en su traje de diablo y con una escoba se escondía en el interior para asustar a los escasos viajeros que subían, en busca de emociones fuertes, al desvencijado y renqueante tren.
Las pocas luces que alumbraban el recinto ferial mostraban la imagen de un paisaje lunar, sólo roto por las miserables luces de colores que “adornaban “ la atracción.
De entre la penumbra una sombra se materializó.
>Hola, sois los dueños?
>Y...tú quien eres, respondió Spencer.
>Inspector Harrard, policía de búsqueda, dijo a la vez que mostraba su credencial. Se han denunciado dos desapariciones. Documentación.
El policía embutido en una gabardina y cubierto con un sombrero estudió los papeles y se los devolvió.
>Como decía, se han denunciado dos desapariciones de adolescentes y parece ser han sido vistos por estos alrededores.
>No hemos visto ni sabemos nada. Contestaron al unísono ambos socios.
>Bueno, me respondéis algunas preguntas y todos contentos.
Harold y Spencer se miraron entre sí con una mezcla de alarma y astucia.
Harrard sacó un bolígrafo y un cuaderno del bolsillo mientras se dejaba caer en uno de los asientos del tren, inmovilizado ante él permanecía a cubierto.
La noche avanzaba a la vez que la lluvia arreciaba.
Un relámpago brutal iluminó el recinto como si el dia se materializase de nuevo y las luces desaparecieron en la negrura a la vez que una vibración abisal arrojaba a la superficie un nuseabundo hedor a algas descompuestas y pescado podrido junto a un trueno ensordecedor.
Ninguno de los socios fue consciente de que el tren, con una velocidad endiablada y con el inspector a bordo se lanzaba por el interior del túnel.
La duración del estruendo no pudo amortiguar del todo un alarido inhumano.
La cabecera del tren aparecía ya, con un lento traqueteo, por el otro extremo y en uno de cuyos asientos aparecía, como regurgitada en un montón, la ropa del policía.
Era muy temprano cuando la atracción “El Tren del Infierno” abandonaba Marbon. En su lugar, aparte de las marcas que indicaban la situación de las vías y la estructura se veía un trozo de tela oscura, como el pico de una corbata, que parecía salir de la tierra.
Nota: Candelaria o festival de las luces - llamada así por su alineamiento estelar- marca el principio de la lactancia de las ovejas y simboliza también el inicio de un nuevo ciclo vital.
No quiero dejar pasar la oportunidad de felicitarte por el relato CANDELARIA, uno de tus últimas aportaciones al blog Almoronía. Me ha parecido breve, conciso y, sobre todo, soberbio. Y de un altísimo nivel --tempo, ritmo, lenguaje, atmósfera, etc--, lo que significa que debes meter en la bolsa de la basura todas las prevenciones o reservas que aún te queden sobre tu capacidad de autoría en este mundo ciertamente fascinante y, por supuesto, también un tanto oscuro de la literatura. Transformar aquel terrorífico e ingenuo tren de la bruja de nuestra infancia en un viaje a los infiernos de Poe y Lovecraft no está al alcance de cualquiera.
ResponderEliminarMuchas gracias, Sergio, por tu estimulante comentario.
ResponderEliminarAprender, aprender y aprender es lo que quiero, aparte de seguir los ponderados consejos de los buenos amigos,para seguir haciendo esto que me gusta.
Un abrazo.