miércoles, 11 de abril de 2012

DOMINGO DE RESURRECCIÓN (Relatos 26)


El partido era muy interesante y hacía un rato que había comenzado cuando llegó a casa tras haber mantenido en el garaje una conversación con Alfonso, su vecino del 3º izda,,sobre algunas cuestiones de la comunidad de vecinos en que mostraban ciertas discrepancias con la actual administración.
Le esperaban para cenar y su explicación de las razones de la tardanza no había resultado, en absoluto, convincente.
Empezaron a pelar los langostinos, llevaban toda la Semana Santa acudiendo a la mesa a las horas de rigor y sus huestes sufrían poca merma; había sido una oferta muy buena y probablemente hubiese cantidad, sin seguridad de calidad, hasta la feria que estaba en ciernes.
Los filetes empanados, preparados con todo esmero el sábado anterior al inicio de las fiestas, volvían a su visita acostumbrada como segundo plato y los niños los miraban ya con ojos despavoridos; pero era la cena prevista y eludirla significaba comerlos lunes y martes de pascua.
Las reservas habían sido cuantiosas y las visitas previstas, que habrían de haber dado cuenta de ellos a lo largo de los días pasados, habían declinado su asistencia; el tiempo no se había prestado a demasiadas reuniones en casa.

Alfredo deseaba terminar su cena y sentarse frente al televisor a ver el fútbol; pero los niños habían sido más rápidos y veían ya una de esas películas de “ogros simpáticos” que aparecían de continuo en la pantalla, en cuyo caso optó por ayudar a Carlota a recoger la mesa y cargar el lavavajillas.
No bien salió de la cocina, con intención de sentarse y convencer a los chicos para “zapear” de vez en cuando, un chillido de Carlota lo catapultó hacia la cocina para verla señalar una cucaracha, que ufana se paseaba sobre la encimera, mientras ella miraba con espanto desde un rincón de la estancia, al asqueroso bicho.

Alfredo hubo de utilizar las dotes adquiridas de las películas de safaris, vistas en su juventud, para tras diversos golpes de paño de cocina en las proximidades conseguir lanzar al insecto al suelo para, instantáneamente, perderlo de vista bajo uno de los muebles de cocina.
Tras rociar, abundantemente, los alrededores del mueble con insecticida y oír admoniciones del tipo: “desde luego, hay que ser inútil, mira que escapársete...”, él sólo articuló: “no pretenderías que la aplastase sobre la encimera, ¿verdad?”, recogiendo una mirada de asco tan profunda que zanjó la conversación.

Por fin en el sofá, los chicos estaban ahora jugando con sus móviles, Alfredo seleccionó el canal en que ofrecían el partido para descubrir que este había terminado y no informaban sobre el resultado.
Se quedó pensativo y le vino a la mente un chiste que esa tarde le habían contado y que como a buen madridista maldita la gracia que le había hecho:

“Están Sergio Ramos y Pepe en una discoteca y entran dos chicas muy atractivas, a lo que Ramos propone a Pepe:
  • Pepe, vamos a “entrarles”.
Antes de que Ramos se hubiese podido acercar, Pepe ya le había roto las piernas a una de ellas”.
  Alfredo soltó una larga y estrepitosa carcajada ante la perplejidad de su mujer e hijos.

2 comentarios:

  1. José Diego, te has asomado a mirar por una ventana y nos has contado lo que has visto esa noche en cualquier casa, de cualquier familia, de cualquier parte.......Por desgracia, una triste realidad.

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  2. Este "Diablo Cojuelo", se ha atrevido a levantar algún tejado y ha intentado mostrar una parte, ¿por qué no divertida? de una realidad.
    Gracias, María José.

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