lunes, 2 de mayo de 2011

AMBOS-SENDOS (Relatos 12)

Paco estaba nervioso, la Semana Santa se echaba encima y aún le faltaba por preparar: el capirote que el año pasado se le mojó y estaba hecho un desastre, orear la túnica y el antifaz, que olían demasiado a alcanfor y abonar la papeleta de sitio. Este mismo ritual se sucedía cada año desde que tenía recuerdo. En esta ocasión, no es que la Fiesta hubiera venido de pronto, este año era a finales de abril, pero a Paco siempre le faltaba tiempo para tenerlo todo preparado.

Lo único que había realizado, Paco, con la suficiente antelación, fue pedir esa semana de vacaciones a su jefe, con objeto de que nada profano, se interpusiera en su objetivo, vivir con pasión su Semana Santa.

Las previsiones meteorológicas auspiciaban, en principio, un tiempo primaveral, con temperaturas agradables. Los naranjos ya en flor, anunciaban el aroma propio de la ciudad en esas fechas, azahar e incienso formarían una mezcla embriagadora para sus sentidos.

De la noche a la mañana, las calles se habían ido llenando de gente que con ánimo festivo deambulaban por ellas en búsqueda de algo indefinible, mezcla de devoción, interés artístico y diversión.


El domingo de Ramos, unas ligeras nubecillas asomaban por el horizonte procedente del Golfo de Cádiz. tiñendo de cárdeno poco a poco el cielo de la ciudad; Paco, de inmediato, se sentó frente al televisor para no levantarse hasta conocer la previsión del tiempo para el resto de la semana. El suelo desapareció bajo sus pies, al conocer que una borrasca se adueñaría de los cielos de su ciudad durante toda la semana. Nuestro hombre no daba crédito a lo que sus ojos y oídos veían y oían, y sólo sabía decir: no puede ser no puede ser, con lágrimas en los ojos.

La cruz de guía de su Hermandad traspasó la puerta principal de la iglesia, lucía un sol radiante y todos los hermanos no cabían en sí de gozo. Paco desde su puesto en la fila rompió a llorar, como un niño, de alegría. Cuando la Banda iniciaba su acompañamiento a la Virgen con los campanilleros, y las puertas del templo se cerraban tras ellos, súbitamente el sol empezó a esconderse tras una nubecilla grisácea.
La gota que a Paco le hizo descubrir el drama cayó directamente sobre la llama de su cirio, apagándolo de golpe, para ese momento, ya se había dado la voz de alarma a través de la fila y la procesión inició una carrera desenfrenada en búsqueda de cobijo para sus sagradas imágenes. La Iglesia de Santa Casilda, acogió los pasos que empapados entraron al refugio. Transcurridas dos horas, la lluvia lejos de desaparecer se intensificó de manera torrencial, visto lo cual y con la autorización del párroco de Santa Casilda, previa conversación con el hermano mayor, se decidió que las imágenes permanecerían en el templo hasta su regreso a su parroquia cuando el tiempo lo permitiese.
Paco sintió una mezcla de emociones, por un lado la tristeza de no haber hecho el recorrido previsto; por otra la alegría de haber podido acompañar a su Virgen en procesión.
...Ya sólo quedan 364 días para gritar otra vez, ¡al cielo con ella ¡






2 comentarios:

  1. .
    ¡Pobre Paco¡ y¡ cuánta lluvia este año¡

    Me gusta el relato, es ameno y entretenido.

    En mi opinión, has descrito muy bien, los ingredientes básicos de estos días.

    El final esperanzador y la frase con la que concluye, ¡sencillamente, auténtica ¡

    Saludos.

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  2. Bueno, gracias por tu opinión sobre el relato. Quizá salió así, con esa verosimilitud, porque las musas me dieron un empujoncito. Nunca me hubiese creído capaz de hacer un relato sobre Semana Santa.

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