Y Willy Uribe busca para sus historias unos personajes duros, sin sensibilidad, con las ideas muy claras y sin escrúpulos. Y a partir de ellos construye una novela en donde el meollo va, viene, vuelve y se retuerce sobre sí mismo como el piso del padre de Ismael “ con un pasillo que gira sobre sí 180º” y nos deja, al final de la casa, en la calle y con la puerta detrás.
Y queda aquello de “un espermatozoide, una ameba y… la revienta”. Al fin y al cabo, es lo que su padre decía.
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