viernes, 5 de noviembre de 2010

IGNACIO ( Relatos 2)

El calor era insoportable, una sensación de bochorno hacía correr regueros de sudor desde sus axilas y el calzoncillo se unía a su cuerpo en una cinta húmeda de sudor.
Las chicharras con su atronador chirriar ensordecían la noche junto con los gritos de la gente que en la plaza ocupaba los veladores.
El árbol que frente a su ventana daba acogida a los ruidosos insectos parecía pintado en un decorado, ni una hoja se movía y la media noche ya hacía rato que había pasado.
Desde la ventana de su buhardilla Ignacio sólo podía ver la copa del árbol y una amalgama de tejados y azoteas...pero todo aquello quedaba difuso ante su estado de laxitud en esa noche de agosto.
Ignacio era cartero, había aprobado una oposición en que saber a qué provincias pertenecían Castroponce de Valderaduey, Cortijos Nuevos, La Lentejuela... suponía pasar o no el examen eliminatorio y después demostrar sus conocimientos de Legislación para acceder al puesto de funcionario de la Administración. Pero estaba insatisfecho y había descubierto que le gustaba leer y aún más escribir; actividades que hacía en sus pocos ratos libres.
Las descripciones que leía en aquellos libros que acumulaba en su anaquel lo habían subyugado y pensaba que no descansaría hasta que su nombre apareciera en la portada de un libro.
Ahora en esa habitación que era su casa, en ese piso que compartía con estudiantes y transeúntes de todo tipo Ignacio dedicaba todo su tiempo y energías a intentar escribir. Había hecho sus “pinitos”, envió varios relatos a distintos concursos convocados : por el diario local, por “El Nacional”, e incluso por “Las Noticias” ; pero en ninguno de ellos había conseguido siquiera una mención.
Sin embargo era constante y un “pelín” testarudo y estaba convencido de que “a la musa había que esperarla ante el papel y con el “boli” preparado”, y entonces...sería su momento.
En su sillón de plástico -publicidad de una conocida marca de cerveza conseguido de uno de los bares de abajo- y ante su tablero-mesa calentaba motores y aguardaba a su musa.
Se sentía orgulloso de haber reparado una lámpara-trampa para los mosquitos ,rescatada de un contenedor de basura, que ahora permanecía encendida sobre el armario y daba, junto a la luz del flexo,un ambiente de irrealidad a la habitación. Esa luz protegía su enteco cuerpo de los voraces mosquitos que antes se ensañaban con él impidiéndole dormir haciendo sus calurosas noches duraderas e insidiosas.
Ya fuera por el calor, ya fuese por la falta de descanso o por el paulatino descenso de las carcajadas en la calle y debido a que el canto de las chicharras se fue convirtiendo en una molesta nana...Ignacio cayó en un estado de sopor, quedándose dormido sobre la mesa.

La musa era joven y bastante inexperta...tenía un contrato de sustitución por maternidad, llevaba poco tiempo en ese quehacer y había empezado por insuflar inspiración a: funcionarios talluditos que se presentaban a juegos florales , estudiantes que concursaban a premios de redacción patrocinados por refrescos y marcas de detergentes y gente que estaba pobre de ideas y recursos...para quienes poseían ambas cosas estaban las musas fijas, que tenían experiencia y no se movían por nimiedades.
Nuestra musa llevaba un día de trabajo terrible, tres largas horas le había costado empujar a una adolescente a escribir un poema “becqueriano” con el que pensaba ganar el primer premio de redacción de su colegio; más tarde fue un funcionario de administración local el que no daba con las palabras que glosaran suficientemente a la señora del alcalde ,que iba a recibir la banda de “Dama Modelo de Abnegación 2010” en su recogida de ropa de invierno para los habitantes de Kuala Lumpur ; y finalmente la ímproba labor con el famoso poeta-cantautor al que la mezcla de “brandy” y “maría” no le permitían que las estrofas pudieran entonarse...y ahora...esto, su cliente Ignacio, estaba “groggy” sobre la mesa.
Nadie ,que se sepa, ha visto nunca a las musas, de modo que es difícil describirla, simplemente era curiosa y no podía dejar de llamarle la atención la luz tan sugestiva, entre malva y azulona, que arrojaba aquella extraña lámpara y se acercó a ver bien en qué consistía...de tal modo se aproximó que se oyó una especie de chirrido...y la musa desapareció.

Ignacio sintió un ligero ruido que le hizo despertar, pese a lo cual no vio nada extraordinario, la habitación estaba en silencio, las chicharras habían callado y los bares de abajo habían cerrado.
Entonces descubrió que tenía algo y comenzó a escribir...

“El calor era insoportable, una sensación de bochorno...

1 comentario:

  1. Me ha encantado, ya sabes cuanto envidio a la gente que sabe escribir. Bueno seguire tu consjo, cogeré papel y lapiz y esperaré a la musa

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