viernes, 8 de octubre de 2010

MARIO VARGAS LLOSA Y EL NÓBEL (Ensayo - 6 )

La "Nueva Narrativa Latinoamericana," aparte de una maniobra editorial, sirvió para que una serie de autores de verdadera calidad literaria fueran conocidos por muchos lectores que, como yo, pensábamos que debía haber algo en el mundo literario distinto al franco-anglosajón. Ello nos permitió llegar a García Márquez, Vargas Llosa, Carpentier, Donoso, Cortázar, Uslar Pietri, etc y sus obras.
Mis lecturas, me aproximaron a algunos de dichos autores y hoy me desayuno con la concesión del Nóbel a Mario Vargas Llosa, autor de unos veinte libros, unas doce obras de teatro e innumerables artículos, unos de opinión otros sobre literatura, en múltiples foros de prensa y revistas.
Mi primera aproximación al flamante Nóbel fue a primeros de los 70 a través de un cuento: “Los Jefes”, en dónde descubrí un manejo del lenguaje, una elegancia, y un estilo que me pareció único en todo lo último que había leído; ello me hizo buscar con avidez otra cosa de él y encontré “Los Cachorros”, otro relato en donde la concisión y las características similares a las que en su anterior cuento me habían atrapado.
La lectura de “La Ciudad y Los Perros” me interesó, y sin dejar de mantener esa finura y ese estilo me pareció también más descriptiva, a la vez que más intimista y en donde la concisión empezaba a perder terreno.
“Conversación en La Catedral” es quizá la novela más redonda de Vargas Llosa y más lograda en esas conversaciones entre dos amigos en donde desgranan gran parte de esa historia de Perú que su autor quiere contar, vibrante en la historia, bella en su estilo, elegante y si perder la cara a lo concreto.
Creo que a partir de la anterior novela la prosa del Nóbel se va convirtiendo en, a fuer de intimista, en narcisista y si bien mantiene las constantes de estilo, uso del lenguaje y elegancia se pierde en un barroquismo inmóvil que hace que la trama de sus novelas se conviertan en tetrapléjicas historias en las cuales, hasta la última que he intentado leer, “La Fiesta del Chivo”, sacrifica el contenido al volumen y una verborrea de palabras y pensamientos inundan unos libros que no debiendo exceder de 200 páginas se convierten en más del doble.
Creo que Vargas Llosa es un excelente narrador de relatos, pero cuando intenta convertirlos en novelas, su frescura se pierde en divagaciones intimistas de los múltiples personajes que, para engordar la historia, se convierten en coprotagonistas a su pesar.

Pero yo no soy sueco, no voto para el Nóbel y nada más que por sus relatos iniciales se lo mereció...el resto, para mí, papel al peso.

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